viernes, 31 de mayo de 2013

Inolvidable

Zubikarai; Carlos Martínez, Ansotegi, Mikel González, De la Bella; Rivas, Aranburu, Xabi Prieto, Zurutuza; Griezmann y Bueno. 2-0 al Celta. Anoeta. Probablemente, desde la fiesta del ascenso de aquel 13 de junio de 2010 la afición de la Real no disfrutaba de los días de efervescencia que se viven en las últimas semanas. Buena parte de la plantilla que penó por los campos de Segunda en tres años para olvidar ha protagonizado la mejor temporada de la última década. En el fútbol, como en el deporte, se pasa de la noche al día en un santiamén. Lo que hoy es blanco, mañana es negro, y viceversa. Jugadores que creías amortizados para la causa resucitan y ofrecen un rendimiento que sorprende hasta al más pesimista. Entrenadores que en la décima jornada escuchaban gritos de dimisión desde la grada, acaban sacando lo mejor de un plantel que ha superado cada reto por difícil que fuera. Dos derrotas en los últimos 20 partidos bastan casi para resumir una campaña que recordaremos durante mucho tiempo, inolvidable. Al frente, un técnico del que lo desconocíamos todo y que se ha ganado el aprecio de la masa social (no toda; para gustos están los colores) por los frutos que ha dado con un trabajo que, puertas afuera, ha sido casi silencioso. No se le conoce una palabra más alta que otra a Montanier. Ni una polémica en dos años. Cierto es que gasta una ironía complicada de pillar o que no ha tenido con la afición el feeling de otros entrenadores. Pero deja un buen legado. Esperemos que no tengamos que echarle de menos.

viernes, 24 de mayo de 2013

Doblar sábanas

Esta semana seguimos de tiendas. No hay que ser ni un lince ni un agudo observador para darse cuenta de que todas las catedrales del siglo XXI (osease, los centros comerciales) son iguales. Los mismos parkings, las mismas marcas, las mismas tiendas de moda, de telefonía, de videojuegos, de lencería y de joyas, incluso las mismas franquicias de restauración y la misma ausencia de comercios especializados en venta de libros y discos que, sin embargo, sí se ofrecen en las grandes superficies, casi siempre a la entrada. Todas estas catedrales tienen otro lugar común: los amplios pasillos con bancos en el centro. Tampoco hay que ser muy sagaz para darse cuenta de que esos asientos están hechos para los hombres que esperan a que sus contrarias se aprovisionen de artículos varios. Echen un vistazo y comprobarán que los bancos están casi siempre poblados por hombres que pasan el tiempo jugando con el móvil (los más), leyendo la prensa (los menos) o viendo la vida pasar. Ante la próxima remodelación de una conocida catedral de los arrabales de Donostia, pido encarecidamente, no solo que conserven los bancos, sino que: 1) ofrezcan como detalle un cafelito mientras guardamos espera; 2) que nos aprovisionen de prensa; 3) que desaparezca el hilo musical; 4) que no se elimine la señal gratuita de Wi-Fi. He dicho. Otro día hablaremos de por qué los hombres no sabemos doblar las sábanas, ni solos ni acompañados y, en concreto, por qué nunca conseguimos que coincidan las puntas de las sábanas.

viernes, 17 de mayo de 2013

Probadores

Sé que me repito como un pimiento relleno, pero como el asunto da juego entre el postre y el café, lo pongo de nuevo en el tapete de la sobremesa. Hablamos de mujeres. De mujeres y de compras. En concreto, de mujeres que salen de compras (un día entero, una tarde entera) y vuelven a casa con la cartera intacta y las bolsas vacías. Incomprensible a ojos vista de un servidor. Me resulta materialmente imposible decidir que voy a comprarme dos vaqueros y volver a casa sin ellos. A veces incluso me los llevo puestos, como las zapatillas. En el caso de ellas, o de algunas de ellas habría que decir, no siempre impera esta lógica. "No había nada para mí", te responden después de probarse 30 pantalones, 20 pares de zapatos, diez blusas y otros tantos vestidos, y de recorrerse 25 tiendas de todos los estilos y colores. O vuelven a casa de vacío, o lo hacen con un par de sujetadores y unas bragas. Al "no había nada para mí" le sigue el clásico "no tengo nada" cuando abren ese armario ropero en el que ellas ocupan tres cuartas partes de las baldas y colgadores y tú te conformas con una esquinita en la que amontonas niquis y jerseys. Y qué decir llegada la hora de probarse la ropa. Si una mujer, recién vestida por la mañana, te pregunta a ti, que estás sobao entre las sábanas, sobre cuál de los dos zapatos le queda mejor, tú le contestarás que el zapato negro que lleva en el pie derecho, y ella, con un 100% de probabilidades, elegirá la bailarina azul del pie izquierdo.

viernes, 10 de mayo de 2013

Deporte en femenino

"SON bastante más tenaces que los chicos. Bastante más sensibles para contarte las cosas. Hay mucha menos vanidad que con los chicos (...). Los chicos tenemos que demostrar que somos mejores que los demás muchísimas veces. Y nos han educado encima para eso. En las chicas yo no he observado eso. Las chicas son más naturales a la hora de hacer las cosas. Son capaces de desprenderse de su individualidad buscando un objetivo más común. ¿Por qué? Porque no buscan nada más allá que el simple juego. Reunirse. Una especie de acontecimiento social. Juntarse para divertirse. Eso es lo que buscan". La reflexión, resumida (es algo más extensa), es del entrenador de fútbol Mikel Jauregi y forma parte del reportaje Aldapa zelaituz (Igualando el terreno), del periodista Naxari Altuna, que ETB ofreció hace unos días. Jauregi, que fue ayudante de Unai Emery en el Valencia, sabe de lo que habla: ha trabajando muchísimos años en el fútbol femenino. Seguramente sus palabras sobre el fútbol femenino son aplicables al deporte femenino en general que, en Gipuzkoa, en la elite y en equipo, vive días de vino y rosas. El Bera Bera, que mañana volverá a hacer historia; el Añorga de fútbol, que aspira a ascender a la máxima categoría; el hockey sobre hierba de la Real, que se juega el título este fin de semana; el UPV que lucha en los despachos por oficializar el ascenso que logró en la cancha o el Atlético San Sebastián de atletismo son el mejor ejemplo de que desde el casi anonimato, con toneladas de esfuerzo e ilusión, se puede llegar a la cúspide. Va por ellas.

viernes, 3 de mayo de 2013

Prisas

esta columna, o lo que sea, debería cobrarla Ima Sanchís, coautora de las siempre recomendables entrevistas de la contraportada de La Vanguardia. Pero bueno, tira, a veces los plumillas nos aprovechamos del trabajo de los colegas para pillar al vuelo un tema con el que, por ejemplo, llenar estas líneas. Sanchís entrevistó hace unos días a Carl Honoré, un historiador escocés que hace diez años convirtió en best seller su libro Elogio de la lentitud. Ahora acaba de ver la luz La lentitud como método. Vistos los títulos, no hay que ser un lince para darse cuenta de que Honoré ha hecho del movimiento slow su forma de vida. En la entrevista deja varias e interesantes perlas. Como esta: "La prisa nos lleva a cometer enormes errores, nos roba nuestro tiempo y nos impide ser felices (...) Nos resta capacidad de disfrute, de acceder al placer de cada momento". O esta otra: "La industrialización trajo la idea de que el tiempo es oro y empezamos a contar minutos y a darles un valor económico". "(...) como estar ocupado y estresado es signo de prestigio, nuestra relación con el tiempo nos hace infelices. Debemos aprender de nuevo la lentitud". O esta última: "Gracias a las nuevas neurociencias sabemos que simplemente mirando un reloj al ser humano le entra angustia". Prisas, prisas, prisas. No hay día en que no hagamos una llamada de teléfono y, nada más descolgar nuestro interlocutor, le preguntamos ¡si tiene un minuto para hablar! Vivimos en un sinvivir, de aquí para allá, sin pararnos un ratito para disfrutar de la vida leeeeeeeeeeeeeeeeeentamente.