Medianoche del martes. 00.10 horas. Viajas por la autopista A-8 rodeado de vehículos que se dirigen hacia el norte y el centro de Europa en la Operación Retorno. Llegas al peaje de Irun y presencias en vivo y en directo una de las escenas más surrealistas que nunca hayas visto en tu vida de conductor. Para quien no circula habitualmente por el peaje de Irun, conviene explicar que está formado por una hilera de cabinas de pago en dirección a Iparralde, y otra más pequeña en la salida a Irun, a la que se accede por un desvío de dos carriles que se construyó hace pocos años. Pues bien, en la medianoche del martes, un vehículo con matrícula belga, cargado hasta los topes o sea, con decenas de trastos en la baca circulaba en dirección contraria por el desvío a Irun. Por detrás del vehículo iba corriendo un ertzaina y, unos metros más allá, otro agente, silbato en mano, trataba de impedir que un segundo coche, también belga, emulara a su compatriota. Por suerte, los dos suicidas no se cruzaron con ningún otro vehículo. Aunque se trate de un caso extremo, en el peaje de Irun es habitual presenciar maniobras más propias de un circo que de una carretera. Muchos conductores extranjeros no entienden ni papa de la señalización de los peajes. Quieren pagar en metálico y acceden a las cabinas que sólo permiten el abono con tarjeta o telepeaje. Así que meten la marcha atrás y buscan la taquilla que tenga cobrador. Aunque no sólo sucede en los peajes. No hay más que ver los volantazos que hay en el desvío a la N-I en Intxaurrondo. Y eso que hay un enorme panel que marca por dónde hay que ir hacia Frantzia.