viernes, 28 de mayo de 2010

Sufrir para estar guapas

sostiene M.C.B.A. que las mujeres para estar guapas tienen que sufrir. Lo dice mientras se enfunda unos pitillos que le quedan divinos de la muerte. Los pitillos siempre me han recordado a los pantalones que llevábamos de adolescentes, tan estrechos y tan cortos que se veían nuestros blanquísimos calcetines. Algo parecido a lo que ahora se puede ver en las gasolineras con los muy europeos camioneros que usan chanclas con calcetines. Hace años había quien se enfundaba aquellos pantalones (tan ajustados que decían que era malo para la circulación de la sangre) con pisamierdas (¿qué ha sido de ellas?) y quien se calzaba las míticas John Smith. El problema era quitártelos de vuelta a casa a las tantas de la mañana y con el barquito a cuestas. A veces, la verdad, y vuelvo al principio, sí ves que algunas mujeres sufren para estar guapas. El otro día observé en la tele a una señora a la que le clavaban unas banderillas al lado de los ojos (botox le llaman) supongo que para ser una señora de 60 tacos que quiere la cara de una joven de 25. Y de vez en cuando te cruzas con mujeres (pocas) que llevan labios a lo Esther Cañadas. Nunca he entendido la moda de inflarse los labios como una cámara de bici, salvo que sea para hacerle unos chupones de aúpa a tu pareja o para succionar los flanes de huevo de un tirón y de dos en dos. Me resulta más reconfortante el método que utiliza mi amiga L.M.U., que mantiene la teoría de que para no tener patas de gallo basta con sonreír cinco minutos cada hora. Be happy.

viernes, 21 de mayo de 2010

Mujeres ricas

El dinero, dicen, no hace la felicidad, pero es científicamente comprobable que a muchos ciudadanos del mundo agilipolla (verbigracia, te puede convertir en un ser abonado a la estupidez). No sabemos cómo se comportan en la intimidad los millonarios de turbante y petrodólares aunque, por lo general, suelen ser horteras como pocos y de gustos excéntricos. Desde hace nada, sí sabemos cómo se comportan en la intimidad algunas millonarias de aquí y de allá gracias, es un decir, a un par de programas que, si mal no recuerdo, se llaman Mujeres ricas y Casadas con Hollywood. Para pertenecer a ambos espacios es imprescindible ser mujer (no lo digo yo, lo dan por hecho los que han parido los programas) y tener mucha pasta. Pasta que se disfruta mayormente sin pegar un palo al agua y después de haberle dado un ídem a la cartera de tu ex marido, separación o divorcio de por medio. Más coincidencias. Las mujeres de talonario sin fin son neumáticas, adictas a la cirujía estética, visten ropa cara carísima (18.000 euros se gastó una de ellas de un tirón comprando tres vestidos en una tienda), lo pasan estupendamente en el gym con las amigas y organizan unas cuchipandas en casa que ni Borjamari en Baqueira lolaiolo (hoy una fiesta tipo hawaianos, y mañana todos vestidos de la época versallesca). Todas tienen su chica o mujer del servicio, que supongo que pasa vergüenza ajena cuando oye los comentarios de la señora delante de la cámara, y están estupendísimas. Mal repartido está el mundo, y sobre todo el dinero, por Dios.

martes, 18 de mayo de 2010

Mucho mérito

Tengo un amigo que casi todos los fines de semana se apunta a un bombardeo polideportivo. Le gusta nadar, correr, andar por el monte, esquiar, salir en bicicleta... y competir. Prácticamente no hay sábado o domingo en el que no haga una salida montañera, un triatlón, una carrera a pie, una travesía a nado o una caminata con los esquís a la espalda para luego deslizarse ladera abajo. Le encanta el deporte y disfruta practicándolo.
Nunca se lo he preguntado, pero estoy seguro de que, de todas las especialidades que domina, la montaña es la que más le llena. Ha subido un montón de cumbres de las montañas que nos rodean, una larga ración de tresmiles en el Pirineo, el Mont Blanc y algún que otro cuatromil de los Alpes; hace unos años se embarcó en un trekking por el Nepal que incluía la ascensión a una montaña de 5.550 metros (los montañeros suelen memorizar los metros exactos de las cimas que ascienden), y poco después puso los pies en el Aconcagua. En Nepal y en los Andes se dio cuenta del mérito que tiene subir una montaña de más de 8.000 metros. Por más que seas un superdotado físicamente, la escasez de oxígeno y la falta de adaptación a la altura es una barrera que a veces resulta infranqueable.
Sirva todo este largo preámbulo para situar la gesta de Edurne Pasaban donde se merece. Subir (y bajar) un ochomil está al alcance de muy pocas personas, y hacerlo catorce veces es sólo para los elegidos. A cero metros sobre el nivel del mar, la discusión a barra de bar sobre los méritos de Edurne lo aguanta todo, aunque quien hable sienta vértigo cuando se sube al balcón del quinto piso. Cierto es que Edurne asciende por las vías más transitadas y que requieren menos dificultad técnica, dentro del riesgo que entraña cualquier expedición al Himalaya. Pero nunca lo ha escondido, como nunca ha escondido que su objetivo era completar los catorce ochomiles, o que sus compañeros de cordada son a la montaña lo que los gregarios al ciclismo.
Hoy, cuando ya alcance el campo base del Shisha Pangma, seguramente tendrá la sensación de que se ha quitado un enorme peso de encima. Todos aquellos que se enfrascan en la carrera de los ochomiles acaban comprobando que la mochila se vuelve muy pesada. La presión propia y ajena por alcanzar el objetivo llega a resultar, no tan dura como la ascensión, pero sí tremendamente cansina psicológicamente. Así que, cuando todo acaba, sólo queda disfrutar.

viernes, 14 de mayo de 2010

Estado de malestar

Le mete Zapatero un tajo espectacular a lo que pomposamente se ha venido en llamar el Estado del Bienestar (que no sé por qué se escribe con mayúsculas) y por lo visto y oído sólo nos queda aplaudir hasta con las orejas. Ni una sola medida fiscal dirigida a gravar a las grandes fortunas, ni un sola receta para que quien más gana, más aporte. Se ceban con los pensionistas y los funcionarios, que tienen trabajo de por vida, y aquí paz y después gloria. Uno escucha por ahí a voceros y tertulianos neoliberales y, la verdad, algunos hablan con tal prepotencia que dan ganas de marcharse al quinto pino. Entre el maremágnum de comentarios y reacciones al tijeretazo socialista, ayer se coló una de esas informaciones que, con la que está cayendo, resulta hasta obscena. Telefónica anunció que en el primer trimestre de 2010 sólo obtuvo un beneficio neto de 1.656 millones de euros. En tres meses ha ganado más que todo el ahorro que el plan de Zapatero exige a todas las administraciones autonómicas y locales del Estado. Ha ganado más que todo el montante que el mismo Gobierno espera ahorrar congelando las pensiones, un hecho sin precedentes en la democracia. El tijeretazo llega a menos de dos meses de que se empiece a aplicar la subida del IVA, que repercutirá igual en la persona que gana 600 euros al mes que en la que gana 60.000. Y se anuncian más reformas, el despido libre y todo lo que quieran, porque donde mandan el Obama, la Merkel y el FMI, no manda marinero. Que vuelva Marx y me lo explique.

lunes, 10 de mayo de 2010

Ciclismo

Las manzanas podridas no han evitado que seamos muchos los que todavía seguimos el ciclismo con la ilusión de un principiante. Enchufamos la tele para ver cualquier etapa, ya sea del Tour de Romandía, el Giro o la Vuelta a Chihuahua. Será porque es un deporte ideal para verlo por la caja tonta (también para hacer la siesta y despertarte un minuto después de que haya terminado el sprint, todo hay que decirlo), o porque tiene un magnetismo del que carecen otras disciplinas. Vaya usted a saber. Lo cierto es que pocas veces (quizás nunca) se han visto tantos cicloturistas por nuestras carreteras, ni tantas bicis de montaña por pistas y bidegorris. Dicen que el paro y los ERE han echado al personal al monte y a la carretera. El auge de la afición a la bici coincide curiosamente con el mal momento del ciclismo profesional y aficionado, que sufre la desbandada de los patrocinadores aunque, al menos por estas tierras, se mantiene un buen vivero de corredores promesa y de carreras por todas las esquinas. Cada fin de semana, un buen puñado de familias se meten cientos de kilómetros entre pecho y espalda para ver a sus hijos en un deporte sacrificado como pocos. Los Ibarguren Telletxea, por ejemplo, reparten su pasión por Antton (ciclista aficionado del Caja Rural) entre Lezo, Irun y Bera. Allí donde corre, siempre hay un familiar en la cuneta esperando para animarle. El chaval quería brindarles un triunfo en la recién acabada Vuelta al Bidasoa, pero por dos veces se fueron al suelo él y sus ilusiones. Tarde o temprano llegará la victoria, porque el esfuerzo casi siempre tiene un final feliz esperando.

miércoles, 5 de mayo de 2010

Ni una uña del dedo

"Por principios, esa cumbre no se merece ni una de nuestras uñas (...). Creo que el trabajo que hemos realizado ha sido bueno. Duele un poco volver a casa sin cumbre pero, allí arriba, debes decidir en pocos segundos. Se trata de decir: Hi, mutil, arre edo ixo (seguimos o volvemos)". En pleno mes de enero de 1998, Félix y Alberto Iñurrategi trataron en vano de escalar el Manaslu, que con 8.163 metros era y sigue siendo la octava montaña más alta del mundo. Era su tercer intento. Casi siempre elegían una vía poco frecuentada o se exigían un plus. En este caso, se trataba de ser los primeros vascos en completar una ascensión invernal a un ochomil. No lo consiguieron. Aplicaron la máxima de que una retirada a tiempo es una victoria, regresaron al campo base e hicieron el petate junto a Josu Bereziartua, el tercer miembro de la expedición. En las declaraciones a Euskadi Irratia que se reproducen al comienzo de esta Mesa de Redacción, Félix Iñurrategi describía de manera tan gráfica los porqués de la renuncia a seguir con la ascensión, pese a que se encontraban a 7.600 metros de altura, que lo guardé en el disco duro que cada uno tenemos en el cerebro. Una retirada a tiempo, siempre es una victoria. En el Manaslu, en el Annapurna, en el Aneto y en el Txindoki. Ninguna montaña merece una vida y ningún montañero desea morir a 7.000 metros. Viendo la imagen de Juanito Oiarzabal ayer, recién ingresado en un hospital de Zaragoza (la tienen en la página 47 de este periódico), uno se pregunta si su última cumbre merece la uña de uno de sus ya castigados pies.