viernes, 31 de agosto de 2018

Rectificar

A veces el deporte es como la vida. Está lleno de contradicciones. Hoy te topas con una normativa absurda, pero mañana descubres un gesto hermoso. La tenista francesa Alizé Cornet recibió el miércoles una llamada de atención del juez de silla por cambiarse la camiseta durante el partido que le enfrentaba a Johanna Larsson en el US Open. Por ridículo que parezca, en el torneo neoyorquino las mujeres tienen prohibido mudarse de camiseta en la pista, algo que no ocurre en el caso de los hombres. Las quejas (multiplicadas por mil en las redes sociales) por la sanción a la tenista fueron tales que la organización del US Open rectificó a las pocas horas, cambió el reglamento y desde ahora también les permite a ellas cambiarse de camiseta cuando estén descansando en la silla entre set y set. Frente a esa norma que parece sacada de otro tiempo, el piragüismo ha ofrecido estos últimos días uno de esos gestos que llaman la atención por inusual y porque dignifica el deporte. El piragüista noruego Eivind Vold logró el fin de semana en el Mundial de Portugal la medalla de bronce en K1 5.000 metros, pero tras una maniobra ilegal (se saltó una boya). Vold no solo ha renunciado a la presea en favor de Javier Hernanz, sino que su federación, además, ha pedido disculpas al palista asturiano. De chapeau.

miércoles, 29 de agosto de 2018

Toros a la baja

La afición a los toros cotiza a la baja por estas tierras. No lo digo yo, que de tauromaquia sé lo justito. Lo subrayan los cronistas que, llegados de la Villa y Corte, han cubierto este verano las ferias de Donostia y Bilbao. Media entrada (peligro inminente), titulaba hace unos días Antonio Lorca en El País su texto sobre una de las corridas de Vista Alegre. Los rectores del coso pusieron ayer la asistencia negro sobre blanco con cifras. La feria bilbaina ha perdido un 12% de público en un año y eso que, según los datos del Ayuntamiento de Bilbao, más de un millón de personas han visitado la capital vizcaina en fiestas, 200.000 más que en 2017. Los toros están en el menú diario de la Aste Nagusia (hay corridas todos los días), pero salta a la vista que no es plato de gusto para el respetable. La feria de la Semana Grande de Donostia, más corta (cinco jornadas), tampoco se salva del naufragio. Si nos atenemos a las crónicas de Zabala de la Serna en El Mundo, hubo más cemento que público en Illunbe. A lo sumo, dos tardes se completaron tres cuartos del coso, en otras dos solo un tercio y en la inaugural hubo media entrada. Sin entrar a valorar la ola antitaurina y defensora de los animales que ha llegado para quedarse, los números hablan por sí solos.

lunes, 27 de agosto de 2018

Los huesos de Franco

Visto que la familia de Franco no está por la labor de hacerse con los restos del caudillo, en tertulias y redes sociales han surgido propuestas varias a analizar. A saber. Hay quien plantea que el cadáver, o lo que sea que haya ahí abajo, se lleve al plató de Cuarto Milenio, que seguro que Iker Jiménez y sus huestes tienen algo que decir al respecto. Joseba Azkarraga, el exconsejero de Justicia, apostaba hace unos días por dejarse de contemplaciones y depositar los huesos a las puertas del domicilio de los Franco: “Y si quieren que hagan caldo con ellos”. Otro tuitero proponía ayer enterrar los huesos en el estadio del Valladolid, el José Zorrilla, por aquello de que los agujeros ya están hechos de antemano. Alguien planteó también que lo lanzaran al mar, como a Bin Laden. Varios proponían dejarlo delante de la sede del PP, o de la de Ciudadanos, que tanto monta, monta tanto. Otro sugería convertir el Valle de los Caídos en un pantano, y hay quien confesó que lo único que le preocupa cuando se exhumen los restos es si, como decía la canción, el culo es blanco. En fin, que quizás el problema no es qué hacer con los restos de Franco, sino con los restos del franquismo. Que haberlos, haylos, como comprobamos a diario.

viernes, 24 de agosto de 2018

Carmena tenía razón

El 44% de los vascos asegura en una encuesta de SEO/Birdlife y Ecoembes que no tendría problema en agacharse a recoger un papel del suelo aunque no fuera suyo, de lo que deduzco que el 66% restante solo lo haría si ese papel fuera un billete de, pongamos, diez euros. Yo tengo la manía (raro que es uno) de recoger los papeles que me encuentro en el camino desde mi casa a la pila de contenedores cuando salgo a echar la basura. Tampoco es que me encuentre toneladas. Generalmente son envoltorios. Viene bien para estirar los brazos. Luego hay otro tipo de gente que no es que no se agache, es que directamente te deja su mierda a tu paso. Todas las semanas, grupos de chavales cenan en las escaleras de acceso a esta redacción. Rara vez dejan el lugar como lo han encontrado. Así que, cuando salimos de trabajar, están desparramados por el suelo restos de pizzas, latas y cajas de cartón. La mundial le cayó a Manuela Carmena cuando propuso que los universitarios barrieran las calles de Madrid como un servicio social. Todo mi apoyo. De mecenas le puede servir Amancio Ortega, que era noticia ayer (sí, noticia) porque de paseo con su perro por la Ciudad Vieja de A Coruña se agachó para recoger las heces del chucho. Ya tienen temón para Sálvame.

jueves, 16 de agosto de 2018

Gefirofobia

Conozco a más de una y de dos personas que lograron hace muchísimos años aprobar el examen de conducir, pero nunca se han puesto al volante de un coche. De tanto pensárselo, el permiso hace tiempo que caducó. Como tenemos la bendita costumbre de poner nombre a todos nuestros miedos, al temor a conducir le llamamos amaxofobia. El pavor a cruzar puentes también tiene sudenominación de origen: gefirofobia. No hay que ser muy avispado para intuir que en los próximos días hablaremos del pánico que sienten algunas personas a atravesar puentes, viaductos y similares. A ver cómo les explico ahora a mis próximos, a los que en las tertulias familiares me dicen siempre que no se subirían a tal puente, tal torre o tal rascacielos por el temor a que se derrumben, que no hay nada de lo que preocuparse. Que basta con no mirar hacia abajo. O a aquellos dos amigos que, allá por finales de los 80, me dejaron tirado a las puertas del teleférico de Fuente Dé, en Cantabria. Se negaron a subir, no fuera que el artilugio, me dijeron todo serios, se fuera a caer. Solito que subí y bajé tras disfrutar del maravilloso paisaje que se contempla desde sus 1.800 metros de altura mientras ellos sufrían, sin saberlo, eso que se da en llamar acrofobia.

lunes, 6 de agosto de 2018

El cuarto poder

No hay ninguna norma escrita que diga que a los periodistas nos deban gustar las películas, las series o los documentales que abordan las distintas aristas de nuestra profesión. Para gustos están los colores, así que a unos les encantará, otros pasarán y a los terceros ni fu ni fa. Pero si les gustan las historias sobre periodismo y periodistas, sean o no plumillas, ya están tardando en ver el documental El cuarto poder. Vale, el nombre no es muy original, pero la cinta merece mucho la pena. Son cuatro capítulos (disponibles en la plataforma de Movistar Plus) en los que la directora de cine Liz Garbus retrata el día a día de The New York Timesy la cobertura que hace de la presidencia de Donald Trump durante su primer año en la Casa Blanca. El documental omite algunas escenas que se viven en la redacción para no desvelar las fuentes, pero es un excelente termómetro para comprobar lo esperpéntico que resulta el mandato de Trump y la guerra diaria que mantiene con sus cinco enemigos: el Times, The Washington Post, la CNN, ABC y CBS. Considerado el diario de referencia en EEUU, el Times nos anuncia lo que está por llegar en el mundo del periodismo y nos enseña también que las grandes discusiones en torno a una mesa de redacción son muy parecidas en los periódicos, independientemente de su tamaño.