viernes, 26 de agosto de 2016

Historias de superación

De entre las historias de superación que ha aportado Río-2016, rescato tres a modo de podio personal e intransferible. 1) La judoka Maljinda Kelmendi. Campeona del mundo y de Europa, hizo historia al lograr la primera medalla de oro olímpica de Kosovo. Kelmendi rechazó el cheque en blanco que le ofrecían otros países porque su sueño era competir representando a Kosovo, una nación que, por cierto, ocho años después de declarar su independencia sigue sin ser reconocida por España. 2) El maratoniano Federico Bruno. Argentino de 23 años, sufrió un calvario de calambres desde el kilómetro 35 pero terminó… corriendo de manera lateral. Fue el 137º de los 140º clasificados, con una marca (2:40) inalcanzable para la inmensa mayoría de corredores populares. Las imágenes de Bruno en la larguísima recta del Sambódromo hablan por sí solas. “Arrastrado pero llegué. Ya puedo decir que soy un atleta olímpico porque terminé la prueba”. 3) La nadadora Gaurika Singh. Nepalí de 13 años, fue la atleta más joven. Sobrevivió al terremoto que devastó su país y logró la marca mínima para nadar los 100 metros espalda. No superó la primera eliminatoria pero la experiencia no se la quita nadie. PD: No se pierdan el vídeo que Channel 4 ha preparado para apoyar al equipo paralímpico británico. Simplemente, maravilloso.

jueves, 18 de agosto de 2016

El canal que nunca llegó

Desde los JJOO de Barcelona’92, con excepción de Atenas’2004, el piragüismo en aguas bravas de Gipuzkoa siempre ha tenido al menos un representante en la competición que más luce en el palmarés y que más trascendencia suscita entre los no iniciados en uno de esos mal llamados deportes minoritarios. Si no hubo representantes antes fue porque la modalidad se recuperó como disciplina olímpica en 1992 tras una única incursión en Múnich’72. El histórico oro de Maialen Chourraut no es flor de un día sino que responde a una larga y ardua labor de clubes como el Atlético San Sebastián o Santiagotarrak. Hay cantera, pero esos buenos mimbres no trabajan precisamente en las condiciones ideales, como apuntó de refilón la campeona olímpica el martes. Si alardeamos de nuestra cultura deportiva, de que fomentamos el multideporte y de que cuidamos con mimo disciplinas que pasan desapercibidas en otros lares, deberíamos plantearnos si no es hora de disponer de un canal de aguas bravas para que las promesas se formen como es debido. Pau (dos horas en coche) y La Seo d’Urgel (a 400 kilómetros de Donostia) son hoy las únicas alternativas, al margen del canal (por llamarlo de alguna forma) que existe en el Bidasoa, en el paraje de San Miguel. Hoy más que nunca se echa de menos aquel proyecto de Oxinbiril, en Irun, el canal que nunca llegó.

miércoles, 17 de agosto de 2016

La hora de volver a casa

estamos en esa fase de la vida en la que durante la fiestas de los pueblos (y ciudades) hay que poner hora de regreso a casa a la chavalería. Sorprendentemente, los padres, y madres, de los amigos y amigas de tus vástagos son siempre más flexibles que tú, padre ingrato y cicatero. Si tú dices que a la una de la madrugada en casa, ellos (los otros padres, se entiende) “les dejan” hasta la una y media o, vaya por dios, hasta las dos. Rebobinas en tu memoria y no tienes ni pajolera idea de a qué hora llegabas a casa con 13, 14 o 15 años. No recuerdas lo que has hecho hace media hora, como para echar la vista 30 años atrás. Así que recurres a un amigo, que tampoco te saca de dudas. “Ni idea. No sé a qué hora íbamos a casa. Solo recuerdo la primera vez que llegué a casa tocado. Fue después de la cena de fin de temporada del equipo de fútbol. Entramos en un bar, bebimos como campeones, bailamos como si no hubiera un mañana y ya fue un sin parar. La noche fue movida. Primero sufrí en la cama el famoso fenómeno del barquito (todo se mueve en el techo y no sabes por qué) y luego vomité hasta el postre para risión de mi madre y mi hermana. La culpa fue del pacharán. Desde aquel día no lo he vuelto a probar”.

domingo, 14 de agosto de 2016

Pura generosidad

Muchos años antes de que existiera el crowdfunding, un buen número de iniciativas culturales, sociales y deportivas de este país se sustentaban con el respaldo económico de gentes como Juan Celaya. Había, y sigue habiendo, empresarios que desde el anonimato no solo arriesgaban su dinero para levantar industrias y crear empleo, sino que aprovechaban parte de los beneficios para aportar su granito de arena y apoyar proyectos de toda índole ligados a la tierra que les vio nacer. Sin pedir nada a cambio. A veces incluso con la solicitud expresa de no exponerse en público y hacer frente a ruedas de prensa. Pura generosidad. La crisis se ha llevado por delante también a algunos de estos mecenas que han hecho del altruismo una seña de identidad. Dar sin esperar a recibir nada como contrapartida, ofrecer lo mejor de uno mismo para que quienes te rodean se enriquezcan cultural, deportiva o socialmente. En el caso de Celaya, bien podía ser apoyar una expedición al Everest o la creación de una ikastola en tiempos en los que no era fácil respaldar al euskera. En este siglo XXI en el que los mecenas multimillonarios, podridos de euros, dólares o petrodólares, creen que el dinero lo puede comprar todo y que vanidad es sinónimo de filantropía, echaremos de menos a gentes como Juan Celaya.

domingo, 7 de agosto de 2016

Del bádminton a la doma

Ya están aquí los Juegos Olímpicos de Río. Dos semanas para disfrutar de esos deportes minoritarios a los que solo prestamos atención cada cuatro años y para prescindir del deporte rey por antonomasia, el fútbol, una suerte de modalidad de relleno en el programa olímpico. Resulta tan insustancial que la competición se inicia antes incluso de que se celebre la ceremonia de inauguración y ofrece duelos de esos que Maldini te analizaría al detalle, como el Fiyi-Corea del Sur que están echando en este momento por la tele con más de medio estadio vacío. El gancho de los Juegos está en conseguir que el espectador deje lo que está haciendo para ver un partido de bádminton, que siga con la atención de un entendido unas finales de tiro con arco del que desconoce hasta las normas o, un suponer, que no pierda detalle de unos cuartos de final de doma clásica. Ya ni siquiera hace falta trasnochar. Para el desayuno tienes disponibles todos los vídeos de todo lo que no has podido presenciar en directo. Porque sepan que esta vez los oropeles, las medallas, los éxitos y los fracasos, se repartirán mayormente de madrugada, con horas punta como las 3.26 horas a la que se disputará la final de los 100 lisos, y alguna excepción como las finales de baloncesto y balonmano, que serán a horas “europeas”.