viernes, 25 de marzo de 2022

Inexplicable

Cómo no recordar estos días el célebre lema del PSOE de Felipe González de principios de los años 80: OTAN. De entrada, no. En 1981, el líder socialista hizo bandera de la no entrada de España en la Alianza Atlántica y, solo tres años después, ya instalado en la Moncloa, convocó un referéndum en el que utilizó todos los resortes del poder para que triunfara el . Decir una cosa y hacer la contraria es connatural al ser humano. Todos lo hemos hecho alguna vez. Si eres gobernante, ni te cuento. En su programa electoral de 2019, Pedro Sánchez exponía lo siguiente: "Promoveremos la solución del conflicto de Sáhara Occidental a través del cumplimiento de las resoluciones de Naciones Unidas, que garantizan el derecho de autodeterminación del pueblo saharaui". Tres años después, como hizo Felipe González, la promesa se la ha llevado la calima. Sánchez se ha arrimado al dictador marroquí, ha sacado no sé qué comodín de las Naciones Unidas y ha dejado en la estacada a los saharauis, que llevan 50 años reclamando una solución. Sánchez ha pasado olímpicamente de la voluntad democrática del pueblo saharaui en una decisión que no digieren ni comprenden ni sus fieles. Una decisión a todas luces inexplicable.

viernes, 18 de marzo de 2022

Pobreza invisible

La pobreza es invisible, sobre todo si te llamas Enrique Ossorio y eres el consejero de Educación, sí, de Educación, de la Comunidad de Madrid. Ossorio protagonizó el miércoles una de las intervenciones políticas más vergonzosas de los últimos meses, y eso que, desgraciadamente, declaraciones lamentables como las suyas están a la orden del día, casi siempre en boca de la ultraderecha. Lo miserable de Ossorio fue no tanto rebatir, que también, un informe de Cáritas que cifra en 1,5 millones el número de personas que están en riesgo de exclusión social en Madrid capital, sino, sobre todo, las formas que empleó para expresar su discrepancia. Si no han visto las imágenes, hablan por sí solas del personaje. Al tiempo que decía esta frase ("Y sale a la calle y ve que existe pobreza y hay que luchar contra ella; pero ve que le dicen: en Madrid hay tres millones de pobres, pues, ¿por dónde estarán?), se giró y miró al suelo en un gesto como buscando pobres. No se puede ser más indecente. Para encontrar pobres, Ossorio no tiene que mirar al suelo. Puede pasarse por algún aula de colegios públicos de Madrid y preguntar a las profesoras. Ayer una de ellas confesaba que hay alumnos que llegan a clase sin desayunar. Muchos de ellos, hijos de inmigrantes. Cuando tienes los bolsillos llenos y las necesidades básicas y no básicas bien cubiertas, la pobreza es invisible.

viernes, 11 de marzo de 2022

El Árbol de Gernika

El otro día plantamos en el barrio un retoño del Árbol de Gernika. Hace unos años, un vecino visitó a un familiar que reside en el barrio Dantxaria de Ainhoa, y vio que en el jardín había un roble. Le contaron entonces que se trataba de un árbol crecido a partir de uno de los cientos de retoños del Árbol de Gernika que hay por los cinco continentes (se calcula que hay cerca de 450 plantados). Nuestro vecino cogió una de las bellotas, se la llevó a casa y durante varios años ha visto cómo esa bellota se ha ido transformando en un elegante retoño. Así que el sábado por la mañana nos reunimos una buena cuadrilla de vecinos y celebramos nuestro particular Zuhaitz Eguna. La chavalería se encargó de plantar el árbol y al son de un txistulari (también del barrio), cantamos el Gernikako Arbola del bardo Iparragirre (más bien leímos la letra porque casi nadie se la sabía). La inauguración acabó como acaban estas ceremonias: con pintxos de tortilla, vino y cava. No sé si las nuevas generaciones conocen el significado del Árbol de Gernika. En nuestro caso, la visita a la Casa de Juntas era una tradicional excursión escolar (junto a ir al parque de atracciones de Igeldo). Al menos alberguemos la esperanza de que en Ucrania estarán ahora resistiendo muchos árboles de Gernika.

domingo, 6 de marzo de 2022

Niños de Chernóbil

Un suceso o un conflicto nos impacta en mayor o menor medida según la distancia a la que nos encontremos del mismo. Una catástrofe siempre será una catástrofe, pero la amortiguamos con más naturalidad, por expresarlo de alguna forma, si sucede a miles de kilómetros que al lado de casa. Ocurre, sin embargo, que la invasión de Ucrania por parte de Rusia es a las puertas de nuestra casa, en la mismísima Europa, a pocas horas de avión. No vemos la guerra en Ucrania con los mismos ojos que otras guerras como las que se libran desde 2011 en Siria o desde 2015 en Yemen (más de 30.000 muertos en 2021). En cierta manera, resulta hasta comprensible por ese modo que tenemos de observar la realidad. En este caso, sucede también que mostramos una absoluta empatía con Ucrania por la desproporción de fuerzas, porque el proceder de Rusia nos recuerda a tiempos que entendíamos que estaban superados y porque, incluso, siempre hemos sentido cariño por los niños de Chernóbil (también por los del Sáhara) que todos los veranos venían a Euskadi aunque no fuéramos una de las familias de acogida. Por eso, sobrecoge leer los mensajes que todos los días mandan desde Ucrania esos niños (hoy ya jóvenes) a sus familias vascas y sobrecoge aún más ponernos en su situación.