viernes, 25 de enero de 2019

Transferencias

En política, las horas parecen días, los días, semanas; las semanas, meses;los meses, años;los años, lustros;los lustros, decenios;y los decenios, siglos. Salvo si hablamos de transferencias de competencias, que entonces los días son siglos. Entre la última transferencia del Estado a Euskadi y la penúltima transcurrieron siete años. En 2011, con Zapatero en el Gobierno, el Estado transfirió varias competencias a la CAV, la más importante las políticas activas de empleo. Siete años y dos gobiernos del PP después, el Ejecutivo de Pedro Sánchez acaba de transferir varias competencias de segunda división y ha presentado al Gobierno Vasco un calendario para negociar las 33 pendientes. Suena a carta a Olentzero, pero si nos ponemos en plan optimista total, en el breve plazo de un año (para enero de 2020) Euskadi recibirá todas las materias que lleva reclamando desde hace 40 años. Todas, salvo la Seguridad Social, convertida en el Santo Grial. De todos los asuntos a tratar, el PP ha criticado que se negocie la transferencia de prisiones que, vaya por Dios, está recogida en el Estatuto. Suena pelín incongruente, pero apuesto mil a cien a que Pablo Casado echará el resto para que las prisiones no pasen a manos vascas y no se cumpla el Estatuto que con tanto ahínco defiende el PP un día sí y otro también.

sábado, 19 de enero de 2019

Suku Maya

Se llama Suku Maya. Tiene 21 años y una conmovedora historia detrás. En 2001, cinco montañeros vascos, entre ellos los guipuzcoanos Beñat Arrue e Iñaki Aiertza, murieron atrapados por una avalancha en las faldas del Pumori, en el Himalaya nepalí. Nada se pudo hacer para rescatar sus cuerpos, pero sí se hallaron varias de sus pertenencias, entre ellas una cámara de fotos. Una vez revelado el carrete, llamó la atención una foto en la que Beñat Arrue aparecía retratado junto a una niña nepalí. Un año después, los padres de los fallecidos viajaron al lugar de la tragedia. La familia de Beñat llevó la foto de la niña, la localizaron y establecieron con ella un contacto que se mantuvo durante varios años. Hace dos años, en su visita casi anual a esta zona de Nepal, encontraron a la niña (ya una adolescente) con graves problemas de salud. Tras vencer la siempre larga y engorrosa burocracia, un año después consiguieron que Suku viajara a Gipuzkoa, donde fue operada de problemas renales tras agravarse su estado de salud. De vuelta en Nepal, hoy está a la espera de recibir un trasplante de riñón. Su historia se refleja en el filme Pumori, mendiaren alaba (Pumori, la hija de la montaña), que se proyecta el próximo jueves en Azpeitia, el viernes 25 en Donostia y el martes 29 en Andoain.

viernes, 11 de enero de 2019

El numerito de Valls

Manuel Valls tiene un serio problema con la libertad de expresión. El otro día, en la entrega de los premios Nadal y Pla, se puso hecho un basilisco porque uno de los galardonados, Marc Artigau, ejerciendo el muy constitucional derecho a la libertad de expresión, se solidarizó con los presos políticos catalanes. “Siento tristeza y rabia por vivir en un país en que hay presos políticos y el Govern legítimo está exiliado”, dijo textualmente Artigau, que en entrevistas posteriores tiró de ironía: “¿Manuel Valls? No le conozco. ¿Es el fichaje estrella de invierno del PSG?”. El caso es que el paracaidista Valls meó fuera de tiesto y protagonizó el numerito de la velada al gritar desde la mesa de invitados que ocupaba: “¿Es que nadie va a decir nada?”. No acabó ahí el asunto porque luego lanzó un reproche a la delegada del Gobierno: “¿Pero cómo permites esto?”. El típico tic autoritario de un político que ha ido de fracaso en fracaso, al que en Francia no quieren ver ni en pintura y que aterriza en Barcelona como esos fichajes mediáticos que prometen la Liga, la Copa y la Champions, pero al de dos partidos se comprueba que son un bluff. O va a ser que no. Va a ser que Valls lo que quería era chupar titulares, que de eso hay auténticos profesionales en la política.

domingo, 6 de enero de 2019

El tapón y la flechita

Cada vez que me acerco a llenar el depósito del coche a una gasolinera (casi siempre a la de Puntxas), me entra la duda de en qué lado de mi vehículo está el tapón. Así que a veces me equivoco, aparco en el lado en el que hay más distancia entre el tapón y el surtidor, y me pongo a hacer malabarismos con la manguera. Ha tenido que ser, cómo no, un ingeniero, mi sobrino Javier, el que me dé una solución que la he tenido siempre delante de mis ojos: en la pantalla del coche (del mío y del suyo también), junto al símbolo del surtidor, hay permanentemente una flechita que indica en qué lado está la tapita de marras. Vale, usted ya lo sabía. Yo me acabo de enterar. A partir de ahora, prometo no equivocarme. Más. Si usted es de los que rompe los sobres de azúcar alargados por los bordes, sepa que su inventor los diseñó para que se rompieran por la mitad. De ese modo no hay que agitarlo y no quedan trozos de papel sueltos. Ídem de ídem con otro mal uso (muy manido ya): el de cómo verter la leche de un cartón de tetrabrik. Normalmente lo hacemos con la boca del brick hacia abajo y dejamos la encimera echa un Belén. Prueben a hacerlo al revés. No cae ni una gota. Hay más (los logos de Carrefour y Toyota, la pala de la escoba, la grapadora que guarda grapas o la tapa del exprimidor), pero eso ya es para otro capítulo.

viernes, 4 de enero de 2019

Donde Cristo perdió...

La NASA acaba de sobrevolar una roca espacial, denominada Ultima Thule y con forma de cacahuete, que está a 6.500 millones de kilómetros del Sol. O sea, donde Cristo perdió la zapatilla. El equivalente a ir y venir 3,2 millones de veces desde Donostia a Jerez de la Frontera. Puestos a pensar, se me ocurre que podemos fletar una nave especial e invitar a un viaje sin retorno a Jair Bolsonaro, Donald Trump, Vladimir Putin, José María Aznar, Viktor Orbán, Santiago Abascal, Recep Tayyip Erdogan, Matteo Salvini, Marine Le Pen, Rodrigo Duterte, Nicolás Maduro, Bachar Al Asad, Salmán bin Abdulaziz, Kim Jong-un, Xi Jinping, Hasán Rohaní, Mohamed VI, Robert Mugabe y dictadores varios. En otra nave metemos a los hombres que maltratan y humillan a las mujeres, a los que abusan de niños y jóvenes (religiosos incluidos), a los banqueros sin escrúpulos que desahucian a familias, a terroristas de todas las calañas, a los lobos solitarios y a los que se enriquecen a costa del hambre de millones de personas. Para que el viaje en ambas aeronaves sea más ameno, les ponemos la película High life, en la que sus protagonistas, un grupo de convictos, embarcan en una nave que nunca más volverá a pisar la Tierra.