En política, las horas parecen días, los días, semanas; las semanas, meses;los meses, años;los años, lustros;los lustros, decenios;y los decenios, siglos. Salvo si hablamos de transferencias de competencias, que entonces los días son siglos. Entre la última transferencia del Estado a Euskadi y la penúltima transcurrieron siete años. En 2011, con Zapatero en el Gobierno, el Estado transfirió varias competencias a la CAV, la más importante las políticas activas de empleo. Siete años y dos gobiernos del PP después, el Ejecutivo de Pedro Sánchez acaba de transferir varias competencias de segunda división y ha presentado al Gobierno Vasco un calendario para negociar las 33 pendientes. Suena a carta a Olentzero, pero si nos ponemos en plan optimista total, en el breve plazo de un año (para enero de 2020) Euskadi recibirá todas las materias que lleva reclamando desde hace 40 años. Todas, salvo la Seguridad Social, convertida en el Santo Grial. De todos los asuntos a tratar, el PP ha criticado que se negocie la transferencia de prisiones que, vaya por Dios, está recogida en el Estatuto. Suena pelín incongruente, pero apuesto mil a cien a que Pablo Casado echará el resto para que las prisiones no pasen a manos vascas y no se cumpla el Estatuto que con tanto ahínco defiende el PP un día sí y otro también.
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