viernes, 28 de marzo de 2014

El flequillo vasco

hay dos cosas que nunca debes decir a una mujer. Bueno, hay muchas, pero aquí vamos a citar solo dos. La primera: si te encuentras con una mujer que conoces y crees que puede estar embarazada, nunca se lo debes preguntar si antes no lo has confirmado con tres fuentes distintas. Puedes meter la pata hasta el zancarrón y luego no sabrás por dónde salir. La segunda: cuando ves a una mujer que acaba de llegar de la peluquería, nunca le debes decir que el peinado le queda mal. Aunque sea evidente. Y donde digo mujer, digo hombre, aunque, cierto es, cada vez quedan menos hombres con pelo. El otro día, en una entrevista radiofónica, un peluquero vasco cuyo nombre no recuerdo definió de una manera precisa qué es ser calvo: "Ser calvo es dejar de ser esclavo de tu pelo". El mismo peluquero confesó que por estas tierras existe un peinado que se llama el flequillo vasco, hoy puesto de moda por una película que está de ídem. Aseguraba el peluquero que turistas de Andalucía, Extremadura y Madrid entran en los locales vascos (que, por cierto, las están pasando canutas con la subida del IVA) para pedir el dichoso flequillo. Así que ya ven, no solo exportamos la cultura del pintxo, también hemos patentado un tipo de flequillo que es un tanto ambiguo: ni corto ni largo.

viernes, 21 de marzo de 2014

Manolín

que España vive en un horario y el resto de Europa en otro lo saben hasta en Kuala Lumpur. Para muestra, un ejemplo. Domingo pasado. Programa Tiki Taka. Para quien no lo haya visto nunca, es una especie de Sálvame que en lugar de rubias de bote reúne a tertulianos para hablar del Barça y del Madrid (el resto de equipos no existen). Un gallinero con árbitro incluido, el inefable Iturralde (que no falte la cuota vasca). Un tostonazo, vamos. Que el programa empiece a medianoche y se extienda hasta las tantas de la madrugada habla por sí solo del problema de un país que tiene el prime time a la hora que Europa duerme. El caso es que el domingo rizaron el rizo entrevistando a las dos de la madrugada a Manolín, un chaval de 12 años que había protagonizado una anécdota en el Málaga-Real Madrid en su afán por lograr hacerse con un tesoro: la camiseta de Ronaldo. Un chaval, por cierto, que accedió al estadio sin entrada y, ya dentro, no dudó en saltar al césped para pedirle la camiseta a su ídolo. Todo muy edificante (¿hay colegio los lunes en Málaga?). No me imagino a ETB entrevistando en directo a un niño de 12 años a las dos de la mañana mientras el presentador le dice: "Mira a la cámara y lánzale un mensaje a Ronaldo". Cracks, que son unos cracks.

jueves, 13 de marzo de 2014

Baile de números

cada vez que acudo al mostrador de un banco a facilitar los números de una cuenta corriente para hacer un pago, me da un arrebato de desconfianza y pienso que me voy a confundir al cantar las veinte cifras de rigor. Sucede lo mismo cuando se manda un fax (si es que se siguen mandando) o cuando se envía un correo electrónico a una de esas direcciones que mezclan endemoniadamente números, letras y guiones bajos (cuánto daño ha hecho el guion bajo en los correos). El caso es que, pese a mi natural recelo, nunca me he equivocado y sí me ha sucedido a la inversa. El otro día me ingresaron en una cuenta una considerable suma de dinero que no me correspondía. Era el pago del alquiler de un piso realizado por un extranjero. Supuse que la equivocación se resolvería con una simple llamada mía al banco, pero no. "No se puede anular si no se hace en el día (el ingreso era de varios días atrás) y además es un ingreso en efectivo", me dijo la empleada, muy diligente, por cierto. Un par de llamadas después, el entuerto se solucionó. El dinero desapareció de mi cuenta, fue a parar al lugar correspondiente, el casero recibió su pasta y el inquilino (si es que conoció el cruce de traspasos), digo yo que respiró aliviado tras el baile de números.

viernes, 7 de marzo de 2014

Violencia verbal

El paisano que lanza una piedra y rompe las lunas del escaparate del comercio de otro paisano pierde la razón y se queda sin argumentos desde el momento en que el pedrusco sale de su mano. Hay mil maneras de canalizar el hastío, la rabia, el rechazo y, si se me permite, la mala hostia contra los dirigentes de las elites políticas y económicas. De las mil maneras, la violencia es la peor, el único recurso que deslegitima tu protesta. Ahora que se han cumplido 25 años del movimiento insumiso, no está de más recordar cómo hicieron de las protestas cívicas, la desobediencia y la imaginación su razón de hacerse oír en la calle y ganarse el apoyo y el aprecio de miles de ciudadanos. Y hay otra violencia, la verbal, que no rompe escaparates pero a la postre arruina vidas. Christine Lagarde es el paradigma. Exigir más reformas, más austeridad y los mal llamados ajustes resulta violento. ¿Qué sabe ella, que luce un Hermès de a 6.000 euros el bolso, de contener los gastos? ¿Qué sabe ella de no poder llegar a fin de mes? ¿Qué sabe ella de que se te acabe la prestación social y no tengas para comer? ¿Qué sabe ella lo que es perder un puesto de trabajo, una casa que no se puede pagar? ¿Qué sabe de tener que ir a pedir comida porque hay bocas que alimentar? ¿En qué urnas la han elegido? ¿En qué mundo vive?