sábado, 19 de diciembre de 2020

12 meses, 12 montes (III)

A lo tonto, pandemia mediante, nos hemos plantado en la tercera edición de 12 meses, 12 montes, ese reto del que hablamos en plural mayestático aunque lo haga un servidor en solitario, y que consiste en subir cada mes una cima distinta con salida y llegada en un casco urbano. Empezamos en 2018, seguimos en 2019 y en 2020, pese al bicho, hemos sumado otros doce montes. Así que vamos un total de 36, que los de letras también sabemos sumar. El año empezó a las mil maravillas, subiendo el Erlo, y de paso Xoxote, desde Azpeitia. Siguió mejor aún con el exigente ascenso a Udalaitz desde Arrasate y, a primeros de marzo, cayó el Azkua desde Etxalar, en una ruta circular que es un regalo para la vista. Pero llegó el virus y mandó parar. En abril no hubo más cimas que las escaleras de casa. En mayo se abrió la mano un poquito, suficiente para ir y venir al Ibanteli desde Bera. En julio la visita fue al Larrondo desde Azpilkueta y en junio tocó ración doble: Izu desde Igantzi y Legate desde Lekaroz, para compensar la falta de cimas en abril. En agosto llegó Gorramakil desde Amaiur, en septiembre Bianditz desde Irun, y en octubre Irubelakasko, otra vez desde Amaiur y sin cruzarme con un alma en todo el camino. Abartan desde Berroeta y Gaztelu, repleto de montañeros, desde Iltzarbe, pusieron el colofón al año. En 2021, más y mejor.

viernes, 11 de diciembre de 2020

Breakdance olímpico

El breakdance será deporte olímpico en París 2024. Suena raro. Este año todo suena raro. Pero lo del breakdance chirría. Si es una disciplina deportiva, ¿qué será lo siguiente? ¿Qué nueva modalidad se incluirá en el programa de los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 2028? ¿La petanca? ¿El mus? ¿El tute cabrón? ¿Jugar a la Play? ¿Algún e-sport? ¿El póquer? ¿La Fórmula 1? ¿Los bolos? El argumento que esgrime el Comité Olímpico Internacional (COI) para dar la bienvenida al breakdance es que quiere unos Juegos más modernos, disciplinas que atraigan a los jóvenes y se expandan rápidamente por las redes sociales. Show y negocio. Business. Ya sucedió con otras modalidades como el voley playa por parejas. De paso, el COI se carga los 50 kilómetros marcha, que es puro sufrimiento. Te duelen hasta las cejas cuando ves las retransmisiones, con los atletas chorreando sudor por todos lados. Deporte en estado puro. Poco atractivo para el común de los espectadores, pero seguramente uno de los mejores ejemplos de lo que representa el espíritu olímpico por lo que supone de trabajo y sacrificio. Malos tiempos para la lírica, que diría aquel. Si incluir el breakdance suena a frivolité, ya hay quien apunta a que lo próximo será el parkour. Me subo por las paredes.

viernes, 4 de diciembre de 2020

Antitetánica

Antes de que existieran los tatuajes, los de mi generación ya llevábamos grabada casi a fuego una marca en el cuerpo. Unos en un brazo y otros en el culo, también llamado trasero. Es una especie de sello que nos recuerda que ahí, en esa marca de la piel, de niños nos pusieron una vacuna que no tengo ni repajolera idea de qué enfermedad o contagio prevenía. El caso es que nos marcaban al más puro estilo cowboys. Si Osakidetza hiciera hoy algo similar, al minuto se crearía una plataforma de padres y madres indignados. Hay quien se ha quejado de que es "duro e innecesario" (sic) tomar la temperatura a los niños con esos aparatos con forma de pistola que se han puesto tan de moda porque "se dispara el infrarrojo en la cabeza" (otra vez sic), así que imagínense si les ponen a sus criaturas una de aquellas vacunas. La última vez que me pusieron una vacuna ya era talludito. Fue de forma accidental. Estaba corriendo y, al pasar junto a una casa, un perro me dejó la marca de su dentadura en un tobillo. Me pusieron la antitetánica. No pregunté por qué. Será que confío en la ciencia y la medicina. Desde que esta vacuna se aplicó por primera vez a soldados alemanes en la I Guerra Mundial, está demostrado que previene una enfermedad infecciosa. No sé si me explico.