miércoles, 27 de diciembre de 2006

Cambio climático

Dice Xabi, el cuñao, que lo de Las cuatro estaciones de Antonio Lucio Vivaldi ha pasado a mejor vida. Que en estos tiempos que corren sólo hay dos: verano e invierno. O sea, que hace mucho frío, o mucho calor. Y agrega Txarandaka, el mecánico que mejor arregla las bicis en mi pueblo, que estos bandazos que pega el tiempo (la mal llamada climatología) afectan hasta a su negocio, repleto de máquinas que acumulan kilómetros en el asfalto. "Antes los cicloturistas paraban en octubre. Este año han estado todo el mes de noviembre dale que te pego", asegura. El cambio climático parece que ha dejado de ser algo que nos sonaba lejano para convertirse en una realidad palpable. Hace quince días paseábamos en mangas de camisa y ahora hace un frío de aquí te espero. Oiga, que no hay transiciones ni nada. Que sabemos que es primavera porque la sangre se altera, y que llega el otoño porque las hojas se caen y el barrendero tiene trabajo extra. Pasamos del bañador a la bufanda casi sin enterarnos. Sólo nos damos cuenta de que el cambio climático ya ha llegado cuando agarramos un trancazo de aúpa o cuando no podemos esquiar en el puente de la Consti en Baqueira lolailo porque no hay nieve. Y no. Desde hace años vienen advirtiendo los que saben de esto que creo que no somos ni usted ni yo de que el calentamiento del planeta es inevitable. Que cada vez sube más el nivel del mar, se deshielan más glaciares y aumenta la temperatura media de la Tierra. Y que detrás de todos estos fenómenos está la mano del hombre, curioso individuo capaz de acabar con el planeta en el que vive.

martes, 19 de diciembre de 2006

Los templos del siglo XXI

Son los nuevos templos del siglo XXI y el público no acude, precisamente, a escuchar sermones. Las grandes superficies comerciales se han convertido en menos que canta un gallo en las catedrales del consumo. Te sientas cinco minutos a la entrada de cualquier banco de cualquier hiper, y no ves más que gente y más gente que entra con las manos vacías y la cartera llena, y sale con los carros llenos y la cartera vacía. Todos hemos ido alguna vez aquí hay escasísimas excepciones a un centro comercial, aunque sea para comprar los pañales de la talla 4 extra que no encuentras por ningún lado. Y lo cierto es que se parecen unos a otros como dos gotas de agua. ¿En qué se diferencian Garbera y el Max Center? ¿O El Boulevard de Vitoria y La Morea de Pamplona? En el cascarón, porque el contenido casi siempre es el mismo: un montonazo de tiendas de ropa, una ración de tascas y restaurantes, comercios de electrónica y de repuestos para el coche, y el consabido supermercado, que suele ser muy, pero que muy, grande. Hay quien entra a por un poco de aceite y unas cajas de leche, y sale con el traje de la primera comunión del niño, que es mucho más barato en enero que en mayo. Tal es la atracción que ejercen los centros comerciales, que ya hay incluso adictos. En EEUU existen los spender-menders, una especie de asociaciones de Alcohólicos Anónimos que trataban de rehabilitar a quienes se enganchan. No sé si por estos pagos se ha llegado a este extremo, aunque tampoco me extrañaría que haya clientes como el que mencionaba el psicólogo Javier Garcés, que pedía que, una vez muerto, esparcieran sus cenizas por un centro comercial.


lunes, 11 de diciembre de 2006

El café de Gabriel Inclán

Durante este largo puente-acueducto que parecía que no se iba a acabar nunca, al consejero de Sanidad, Gabriel María Inclán, seguro que le han chirriado los oídos hasta enrojecer sus orejas. No sé, digo yo que alguna de las 70.000 personas que se han presentado a la macro OPE de Osakidetza se habrá acordado durante los exámenes del mandamás de la Sanidad vasca. Y no sólo porque a alguien se le ocurrió montar la madre de todos los exámenes entre la Constitución y la Inmaculada. Al aspirante de turno le habrá venido a la mente el nombre de Inclán por las preguntas, por las preguntitas que había en los cuestionarios. Eran tan rebuscadas que hubo una enfermera que al salir del BEC soltó aquello de: "Sólo les ha faltado preguntarnos por la temperatura a la que le gusta tomar el café con leche al consejero". Nada, te tiras días y días empapándote de leyes y normas, de estatutos y códigos deontológicos, crees que la experiencia es un grado, y resulta que te preguntan sobre las diferencias entre la vacunación infantil en Euskadi y el Estado. Chúpate ésa. Y a todo esto. Si la Sanidad pública es, además de un derecho, un servicio indispensable, ¿por qué abundan entre el personal sanitario los trabajadores eventuales? ¿Por qué hay celadores, enfermeras, administrativos, auxiliares o técnicos que llevan cinco, diez o quince años empleados de manera interina? ¿No sería más lógico que tuvieran contratos indefinidos? ¿No conseguiríamos así erradicar la desmotivación que hay entre algunos trabajadores hartos de soportar una cargas de trabajo excesivas?

miércoles, 6 de diciembre de 2006

Ignorancia tecnológica

Uno se cree que es el rey del zapeo y resulta que no conoce ni su mando de la televisión. Bendita ignorancia la mía. Hace una semana escribí en este mismo espacio que los dibujos animados de ETB se ven en algunas zonas en versión original. Desconocía entonces que el dichoso mando, o algunos de ellos, tiene una opción que te permite ver determinados programas (pongamos unos dibujos animados de Heidi) en alemán o en euskera. Son programas en dual, que dicen los entendidos. Asunto resuelto. Pero me queda la duda. ¿Si el mando de la tele guarda semejante secreto, qué no esconderán el móvil, el DVD, el horno, el ordenador, el i-pod y el pen drive? Porque uno es de los que, cuando se pone a escrutar un aparato tecnológico, lo primero que necesita es un libro de instrucciones para entender el libro de instrucciones. No hay Dios que entienda las supuestas explicaciones. En el caso del ordenador, siempre tienes a mano a tu informático de cabecera, Fernando, con una paciencia infinita para resolver problemas tan enigmáticos como conocer qué día la Real ganará un partido. Y hablando de enigmas. ¿Adónde va a parar los correos electrónicos que eliminamos de la bandeja de entrada? ¿Al limbo? ¿Al cielo? ¿Al infierno? Yo tengo mi propia teoría. Los emilios que eliminamos vuelven al cabo del tiempo transformados en los que se llama correo basura. Es el efecto bumerán. Tú los eliminas y al rato te llegan con unas grafías chinas o en inglés, prometiéndote no sé cuántos premios en metálico para que compres aparatos tecnológicos que luego no vas a comprender.