lunes, 25 de enero de 2010

Múltiplex

Múltiplex se llama la cosa. Y no forma parte de ningún catálogo para aficionados al sadomasoquismo. Si usted no es antenista o una enciclopedia andante en asuntos de captación de cadenas de televisión, no tendrá ni idea de en qué consiste el múltiplex. Yo, tampoco. Sólo sé que es imprescindible para que los vecinos de Navarra pueden ver los tres canales de ETB por la dichosa TDT. Y también sé que la cosa cuesta exactamente 1,5 millones de euros. Enfrascados andan los gobiernos vasco y navarro en un "paga tú, que es para ti" y un "yo no pago, que tú te aprovechas". Si, como suelen calcular nuestras instituciones, un kilómetro de carretera nueva en Gipuzkoa viene a costar unos seis millones de euros, pues estaríamos hablando de a ver quién paga 250 metros de una autovía. Tremendo. Miguel Sanz y Patxi López firmaron el 3 de julio de 2009 un protocolo para que ETB se captara por TDT en Navarra y hoy, casi ocho meses después, los vecinos de aquí al lado siguen viendo las pelotas redondas por el sistema analógico. El 3 de abril se supone que el apagón ya será definitivo y no se sabe si verán las pelotas cuadradas o a colores. Mientras los políticos siguen peleándose sobre quién paga, igual la cuestión es empezar a poner un bote hasta juntar el millón y medio de euros. Por dinero no será. Sacamos los billetes de 500 euros de debajo del colchón y listo. Pero no hará falta. Como tantas veces, las dos administraciones se pondrán de acuerdo en el último minuto del partido, después de repartir juego en los medios de comunicación durante largos meses.

jueves, 21 de enero de 2010

Correr con cerebro

Lo acaba de publicar la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS) y no seré yo quien diga lo contrario: correr a pie potencia el cerebro. Científicos británicos y estadounidenses han llegado a esta conclusión después de realizar un experimento con ratas de laboratorio, que se supone que tienen más caché que las de alcantarilla. Por resumir la investigación, las ratas que tenían acceso a una rueda de ejercicio en su jaula demostraron que poseían una memoria de elefante, mientras que las sedentarias no recordaban ni el número de pie que calzaban. Y no sólo eso, el estudio concluye que al correr (ejercicio aeróbico) crece el número de neuronas que tenemos en el hipocampo, una de las pocas zonas del cerebro que puede generar nuevas células cuando somos adultos. Es decir, que nos permiten amortiguar la pérdida de memoria que sufrimos según consumimos años. Sin llegar a ponernos en el papel de las ratas, si es usted de los que gusta correr al aire libre (lo de la cinta es un muermo y el aparato se pone perdido de sudor) pruebe a hacer ejercicios de memoria mientras gasta la suela de las zapatillas (el ejercicio lo propongo yo, no la revista). Como no puede apuntar con papel y boli mientras corre, pruebe a memorizar algunas tareas que tenga pendientes. Seguro que su cerebro se lo agradece. Si, por el contrario, no corre y además hoy se ha levantado pesadote por los atracones que se ha metido entre pecho y espalda desde la tarde del 19, pruebe a correr diez minutos. Descanse cinco y corra otros diez. Su cuerpo se lo agradecerá... y su cerebro también.

lunes, 18 de enero de 2010

Buena gente

Dice un amigo que hay personas a las que basta con mirarles a los ojos para saber si son buena gente o si no les comprarías ni media barra de pan. Aunque no les conozcas de nada, su mirada es suficiente. A José Luis Orbegozo le podías comprar media barra de pan y un coche de segunda mano si fuera el caso. Buena gente. Nombrar el apellido Orbegozo y ligarlo a la Real es retroceder a tiempos pretéritos, al equipo de los títulos, a la goleada al Madrid en la Supercopa, al Inter, a Ormaetxea, a ese once que toda una generación recita aún hoy de memoria, al fútbol en estado puro. Orbegozo representaba a una estirpe de dirigentes deportivos que hoy desgraciadamente ya no se lleva. Los Orbegozo, Ezkurra y compañía no convertían los clubes en plataformas de marketing para su impulso económico, político o social, para dar lustre a su persona. No tenían un ego que no les cabía en el pecho. Ni se gastaban lo que no tenían. Ni sumaban una deuda financiera vergonzante. Se parecían a los Laportas y Florentinos como un huevo a una castaña. Cierto es que los tiempos han cambiado y que el romanticismo de los 80 es hoy un viejo recuerdo del pasado porque el fútbol ha evolucionado a una velocidad supersónica. Pero gentes como Orbegozo contribuyeron a engrandecer la historia de la Real, a que miles de chavales viviéramos tardes gloriosas en Atocha y a que disfrutáramos con el mejor equipo txuri-urdin de todos los tiempos. Que allí donde esté, vea el ascenso del club al lugar que le corresponde.

domingo, 17 de enero de 2010

Criticadores

uno de los deportes nacionales de éste y otros países es criticar a las actuales generaciones de niños y jóvenes (se supone que hay más de una) comparándolas con las de la época del criticador. Ya saben. Los infantes de hoy en día no saben jugar, la chavalería no sabe divertirse, la juventud tiene de todo sin dar un palo al agua y así hasta el infinito. Dónde va a parar. Como las comparaciones son odiosas, los periodistas también salimos malparados. Cada vez hablamos y escribimos peor, dicen quienes nos precedieron en el arte de juntar letras. Puede que sí, y puede que no. Desde luego, es difícil que nos ganen a inventar palabras, sobre todo si se trata de hablar y escribir de deporte. Desde el trivote hasta el carril del 4, la imaginación que le echan los periódicos deportivos y las secciones de ídem de los diarios generales es desbordante. A veces chirría, como chirrían también las voces de algunos colegas de la prensa radiofónica que, a este paso, van a acabar con la ortodoxia lingüística que aportan los artículos y las preposiciones. Los accidentes ya no son "en la carretera" sino "en carretera", y las carreteras ya no forman parte de "la red viaria" sino de "red viaria". Y los futbolistas ya no corren "por la banda derecha" sino "por banda derecha", ni fallan goles cantados en "el área pequeña" sino en "área pequeña". Por no hablar de los tertulianos que se distinguen por competir en quién grita más alto ni de las presentadores que hilan frases sin sentido. Pero no nos pongamos pesados, que luego nos llamarán criticadores, palabra que, en contra de lo que supone, existe.

martes, 12 de enero de 2010

Pisando huevos

La nieve es como la tortilla de hongos. El primer día se disfruta, el segundo empieza a cansar y, a partir del tercero, resulta un engorro. La nieve en las ciudades, se entiende, porque en los pueblos deja paisajes bucólicos, de postal, que nos permiten soñar durante unas horas que estamos en el mismísimo Zermatt. Que no estamos acostumbrados a que el blanco lo cubra todo es tan lógico como que la chavalería del Circulo Polar Ártico se tueste a 40 grados al sol. A Dinio le confundía la noche, y a nosotros mayormente nos confunde la nieve. El común de los mortales no sabe instalar las cadenas del coche y vamos caminando por la calle como si pisáramos huevos. Lo de las cadenas, al menos, tiene solución. Basta con que lo enseñen en la autoescuela. Uno nunca ha entendido por qué en las autoescuelas (al menos en los tiempos en los que servidor aprendió a conducir) te enseñaban todo tipo de normas pero no recibías algo tan elemental como una clase sobre cómo poner las cadenas o cómo se cambia la rueda del coche cuando sufres el inevitable pinchazo. La primera lección consistiría en buscar (adivinar) en qué recóndito lugar del vehículo han camuflado el jodido neumático de repuesto. Pero volvamos a la nieve, a la fascinación que nos causa que caigan los copos. 200 veces nos asomamos a la ventana para ver caer la nieve. Es lo que tiene la parte lúdica del asunto. La otra llega tres días después, cuando el blanco se mezcla con la suciedad propia de calles y carreteras, y el inmaculado manto se convierte en una especie de merengue aderezado de canela.

miércoles, 6 de enero de 2010

Ya serán menos, Warren

Warren semental Beatty se ha acostado a lo largo de su tórrida vida con 12.775 mujeres. Lo dice el biógrafo Peter Biskind, autor de Star: How Warren Beatty seduced America. Y Warren (¿Guarren?) no es de Bilbao. Y no se contabilizan los polvos rápidos ni las aventuras casuales. Uno es de Ciencias, así que es obligado ponerse a hacer números. Si, como se señala en la biografía no autorizada por el actor, Warren no cató el asunto hasta los 20 añitos (por lo que se ve tuvo una primera juventud casta), para alcanzar la cifra de 12.775 mujeres tuvo que darle al raca-raca todos los días con una diferente durante 35 años seguidos. Porque en el libro se especifica que este frenesí sexual duró de los 20 a los 55 años (hoy tiene 72), cuando se casó con Annette Bening y, por lo visto, se le apagó la llama. 12.775 mujeres sin tomarse un día de descanso semanal (seminal iba a escribir. Que se me va la cabeza). Joan Collins asegura que la voracidad sexual de Warren era tal que lo hacían siete veces al día. Vamos, que, al lado de él, Antonio David es un principiante. Dice un colega que hace mal Warren en contar estas cosas porque nos falta al respeto al resto de los varones heterosexuales. Ya saben esa adivinanza de en qué se parecen los hombres al parchís. En que se comen una y cuentan 20. Pues eso, que el Warren será una bomba sexual pero me da que ha jugado mucho al parchís. Porque si no, los del Zinemaldia no tenían que haberle concedido en 2001 el Premio Donostia (todavía estamos esperando a que lo recoja), sino el Trofeo Picha de Oro.