viernes, 29 de octubre de 2021

Despedidas de leyendas

El 28 de mayo de 2017 Francesco Totti jugó su último partido con la Roma. El vídeo de la despedida, que duró más de 40 minutos, se puede encontrar en YouTube. Es imposible no emocionarse. Il Capitano era y sigue siendo una leyenda del club. Entró en infantiles y permaneció 25 temporadas en la Roma. Es lo que ahora se denomina un One club man, un jugador que siempre ha jugado en el mismo equipo. Totti no conoció otra camiseta que la giallorossa. Creo que me quedo corto si digo que aquella tarde, durante su eterna vuelta al campo en el estadio olímpico de Roma, tres cuartas partes de los aficionados lloraban mientras sonaba el precioso himno Roma non si discute, si ama. Por razones varias, a veces los deportistas que han marcado una era no tienen un adiós comparable a su trayectoria. La Real no ha sido ajena, aunque basta recordar las despedidas de Aranburu y las de Prieto y Carlos Martínez para comprobar que también ha mejorado en este aspecto. Estos días se está despidiendo de los frontones Aimar Olaizola, otra leyenda. El sábado, cuando iba a hacer el último saque, todo el Labrit se puso en pie para aplaudirle. Y ha pasado más desapercibido, pero hace unos días el ciclista Gari Bravo, que se acaba de retirar, recibió un bonito homenaje plagado de detalles en su Lazkao natal. Gallina de piel.

viernes, 22 de octubre de 2021

Godofredo Curro Capilla

Escribir con un seudónimo es más viejo que la pana. En solo cinco segundos puedes bucear en Internet y encontrar una web que te ofrece ocho consejos sobre cómo crear un nombre que sustituya al original. Si no te quieres devanar los sesos, hay una web inglesa en la que pones cuatro indicaciones y de manera automática te genera un seudónimo. Ayer probé y me salió este, que no sé si es muy comercial para vender libros: Godofredo Curro Capilla. Desde luego, es más original que Carmen Mola. Que Carmen (he recurrido a las bases estadísticas del INE) hay unas cuantas: 375.835 exactamente, 1.577 en Gipuzkoa sin contar las Karmeles. Y Mola me recordó al general franquista. Pero, en fin, que seudónimos hay a tutiplén, sobre todo en los medios de comunicación escritos. Me molan más los motes que los seudónimos, seguramente porque los primeros suelen ser más originales. Tú tienes tu nombre oficial y luego están los motes y sobrenombres que te van adjudicando amigos, compañeros y familiares. Por ejemplo, un servidor, oficialmente es Juanma, pero también soy conocido como Moli, Juanmi, Patas, Napar, Naparro, Naparman, Pinturas, Basajaun, Calvorotas, Cuñao, Tito, Molino, Molinete, Journalist, Castellote (por Blas Castellote, el de Periodistas) y Errotari. Ahí queda eso.

sábado, 16 de octubre de 2021

Todo el norte no es Baztan

Hace unos días, un conocido chef guipuzcoano vino a decir en una crítica gastronómica que, cuando viaja a Baztan, entra a este valle por Endarlaza. ¿Perdona? Sin ánimo de resultar pedante, vamos con unas nociones de geografía de esta parte de Navarra. Porque ni todo el monte es orégano, ni todo el norte es Baztan. Si entramos por Endarlaza, estamos en Bortziriak que, como su propio nombre indica, son cinco villas: Igantzi, Arantza, Etxalar, Lesaka y Bera. Seguimos el curso de la N-121 y llegamos a Sunbilla, que forma parte de la comarca de Malerreka, integrada también por Doneztebe, Elgorriaga, Ituren, Zubieta, Eratsun (patria natal de Retegi), Ezkurra, Donamaria, Oitz, Urrotz, Saldias y Beintza-Labaien. Seguimos en paralelo a la N-121 y llegamos a Legasa que, junto a Narbarte y Oieregi, integra el municipio de Bertizarana. Oieregi hace muga con Oronoz-Mugairi, primer pueblo de Baztan que se encuentra uno si viaja desde Gipuzkoa. Baztan es un municipio (el más grande de Navarra) formado por quince pueblos: Erratzu, Azpilkueta, Arizkun, Amaiur, Elizondo, Elbete, Lekaroz, Irurita, Gartzain, Arraioz, Oronoz, Ziga, Aniz, Berroeta y Almandoz. Y no, Zugarramurdi y Urdazubi tampoco pertenecen a Baztan. Son Xareta, junto a Sara y Ainhoa. Pero si eso, esta cuestión ya la dejamos para otro día.

viernes, 8 de octubre de 2021

El Pryca de Oiartzun

El centro penitenciario de San Sebastián ha pasado a denominarse centro penitenciario de Gipuzkoa por obra y gracia del Gobierno Vasco, que desde hace una semana gestiona las cárceles de la CAV. Auguro un escaso éxito a la nueva denominación. Más que nada porque todo pichichi llama cárcel de Martutene a la cárcel de Martutene y porque, cuando se estrene la nueva, todo pichichi llamará cárcel de Zubieta a la cárcel de Zubieta. Una cosa es el nombre oficial que recibe una instalación y otra distinta cómo se conoce entre el populacho, que hace y deshace a su antojo. El Gasca, Illunbe y el Atano III tienen ganado el favor del público, pero pocos se refieren al velódromo como el velódromo Antonio Elorza, que es el nombre oficial que figura en su fachada. El aeropuerto de San Sebastián es el aeropuerto de Hondarribia, y el hipódromo de San Sebastián es el hipódromo de Lasarte (o de Zubieta). No digamos nada si hablamos de clubes deportivos que cambian de patrocinador después de asociar durante años su nombre a una marca comercial. Hay quien todavía se refiere al Baskonia de baloncesto como el TAU. Y para rizar el rizo, están los comercios que cambian de dueño. Ahí tenemos a un buen número de vecinos de Oarsoaldea que, cuando van al Carrefour de Oiartzun, dicen: "Me voy al Pryca".

sábado, 2 de octubre de 2021

'Condena'

 Como aún no he visto Maixabel, vengo a hablar de Condena, una excelente miniserie británica de tres capítulos que aborda la justicia restaurativa desde otro punto de vista. Condena no se centra solo en la reinserción de los presos porque su trama toca varios palos, pero el perdón, el sentimiento de culpabilidad y la reconciliación entre víctima y victimario están presentes en las tres horas que dura la miniserie. Al contrario que en Maixabel, aquí el victimario no es un preso condenado por delitos de terrorismo. El protagonista es un recluso que cumple condena por un atropello. Por resumirlo, el desgraciadamente clásico accidente en el que un conductor borracho mata a un ciclista y se da a la fuga. Sean Bean, en una magnífica interpretación, da vida al preso Mark Cobden, que solo cuando se ve encerrado en la prisión es consciente de que ha antepuesto el alcohol a su mujer, a su hijo y su trabajo como profesor. Una religiosa (perdón por destripar la historia) le sirve de enlace para contactar con la familia de la víctima, reacia desde el principio a mantener encuentro alguno con el condenado. Solo al final, cuando ya ha cumplido su pena, Cobden consigue una cita con la mujer de la víctima, que accede a leer la carta del preso que nunca quiso recibir. Es una cuartilla con la palabra perdón (sorry) repetida una y mil veces. Tan simple y tan complejo.