miércoles, 26 de abril de 2017

Manzanas podridas


Si teclea en Google los términos “corrupción” y “PP” brotan como un maná un total de 9.670.000 resultados. El carrusel de casos que se destapan cada semana, cada día, es tan nauseabundo que cuesta creer que hace nada, en junio de 2016, el PP recibiera en las urnas el respaldo de más de 7,9 millones de votantes. Presidentes de comunidades autónomas, consejeros, alcaldes, concejales y decenas de cargos públicos han sido condenados o están siendo investigados por decenas de delitos que se resumen en uno: robar o, más finamente, apropiarse de dinero y bienes que no son suyos. Algunos, como el ínclito Ignacio González, llevándoselo a manos llenas. Hace un año se estimaba que había más de 800 cargos del PP imputados en más de 30 casos. No hay parangón en Europa. Difícil, si no imposible, encontrar tanta manzana podrida en un partido. Mientras disfrutaban de sus áticos marbellís, sus fiestas con toneladas de confetis, sus black y sus Jaguar, los dirigentes del PP, apoyados en su mayoría absoluta, fueron implacables a la hora de recortar los derechos sociales y empobrecer a las clases más desfavorecidas. Sin pudor alguno. Con la prepotencia de quien se siente por encima del bien y del mal. Ya lo dijo Andrea Fabra a viva voz en el Congreso: que se joda.

viernes, 21 de abril de 2017

Albaola

Si todavía no ha visitado Albaola de Pasaia, ya está tardando. No solo porque la nao San Juan ya ha tomado buen cuerpo y se aprecia la dimensión que adquirirá de aquí a un tiempo, sino porque todo lo que envuelve el proyecto merece muy mucho la pena. La construcción de una réplica del ballenero vasco que se hundió en la costa de Canadá en 1565 estaba incluida entre las grandes iniciativas de Donostia 2016. Tras mil avatares, el proyecto quedó orillado. Lejos de naufragar, el equipo que patronea Xabier Agote ha seguido armando la embarcación de madera pieza a pieza y calcula que pueda botarse en tres años. La construcción de la nao, que se puede seguir in situ, sirve de gancho a una instalación que es a su vez museo de historia y factoría artesanal. Nos ayuda al mismo tiempo a entender la relevancia de los balleneros vascos y a comprobar sobre el terreno cómo se puede construir en el siglo XXI un barco del año 1500 con técnicas del siglo XVI. Ahí radica parte de la magia de un proyecto necesitado de cariño. En el tramo final de la visita, un panel muestra las diferentes piezas de la nao y se ofrece a las empresas la posibilidad de patrocinarlas. Casi la mitad están vacías, sin mecenas. Sepa que a partir de 40 euros puede apadrinar un clavo. Siempre podrá decir que contribuyó a construir la San Juan.

sábado, 15 de abril de 2017

Ataque de celos

al entonces lehendakari Patxi López, el alto el fuego permanente, general y verificable de ETA del 20 de octubre de 2011 le pilló montando en un tren entre Nueva York y Washington, de viaje oficial por EEUU. Lo que se dice en fuera de juego. Al obispo de Donostia, José Ignacio Munilla, el desarme oficializado el pasado sábado 8 de abril no se sabe dónde le pilló, si rezando el rosario o en misa de par de mañana. El caso es que ha demostrado una vez más, y ya van unas cuántas, lo lejos que se encuentra su púlpito de lo que palpita en la comunidad cristiana de base. Doy por hecho que la inmensa mayoría de los católicos guipuzcoanos bendicen el acto del desarme de la organización armada que se celebró en el Ayuntamiento de Baiona y que tantos sarpullidos ha provocado en el prelado. A Munilla le pareció “un acto en el que querían escenificar no se sabe qué”. De semejantes palabras cabe deducir, o que tenía un ataque de celos por la presencia de Matteo Zuppi; o que trataba de echar balones fuera ante el irrelevante papel que ha jugado la jerarquía eclesiástica vasca en el desenlace del camino hacia la paz y la reconciliación. La presencia de Zuppi contrasta con la nula implicación de los cinco obispos vascos en un momento tan histórico como trascendental. Ver para creer.

viernes, 7 de abril de 2017

'Big little lies'

somos varios por aquí los que estamos enganchados a alguna serie. Es hablar de Narcos y hacerse un corrillo en la redacción. Para hablar de programas de televisión ya tenemos en este periódico a nuestro experto de cabecera, que pasa revista todos los sábados en ON, así que yo he venido a hablarles de Big little lies, una serie de siete capítulos que me ha tenido pegado a la pantalla las últimas semanas. A diferencia de la mayoría de series, que se prolongan varias temporadas con la consiguiente pérdida de fuelle de los guiones, esta producción parece que no tiene continuidad. Y digo parece porque son siete capítulos de una hora y, de momento, no hay visos de que haya una segunda temporada. Para no revelarles la trama, diremos que se trata de una serie de mujeres y sobre mujeres, mujeres ricas, por precisar, y sus relaciones familiares, con sus hijos, sus maridos, sus ex y sus amigas. Una de esas series tan en boga que te enseña el final sin que lo descubras hasta el último minuto. Y una serie poco común en el sentido de que aborda un asunto tan trágica y desgraciadamente corriente como el de la violencia doméstica... pero en la clase alta. Merece la pena ver la serie. Y brillante el papel de una Nicole Kidman que se llevará más de un premio por dar vida a Celeste.

sábado, 1 de abril de 2017

La cajita

Con todo su buen corazón, un familiar nos regaló sendas cajitas de esas que te prometen vivir un instante, dos días o una escapada irrepetible que recordarás toda tu vida. Durante meses las cajitas permanecieron en la estantería, muertas de risa, hasta que un mal día decidí canjearlas por una de esas experiencias de ensueño que dicen que te transportan a un estado de absoluta felicidad. Así que apunté el código, llamé al establecimiento que previamente había escogido y comenzó una pesadilla que acabó por convertir el detalle en un regalo envenenado. Primera sorpresa. “Aunque el regalo no ha caducado, los códigos son antiguos. Tiene que pedir los nuevos códigos a la empresa que vende las cajas”, me dijo una voz angelical. Seis llamadas a un 902 y tres días después, a pesar de contar con sendos códigos nuevos, tampoco fue posible canjear los dichosos regalos. Durante ese tiempo me perdí en una maraña de registros de las cajitas, registro en la web de la empresa, códigos, reembolsos del importe de más a pagar y no sé cuántas gestiones. He pagado más dinero por llamar al 902 que por el propio coste de las cajitas. Una está disponible y la otra está perdida en el limbo de Internet. La empresa es un compuesto de sumar un nombre de un Estado de EEUU (da igual norte o sur) y la palabra caja en inglés. Pitorreo es poco.