sábado, 28 de diciembre de 2019

12 meses, 12 montes (II)

Indurain era (y es) parco en palabras, pero casi siempre solía hablar en plural mayestático. Dicen que lo hacía para realzar el apoyo que recibía de sus compañeros. Hoy usaremos en esta columna el plural mayestático, pero porque nos da la gana. En enero de 2018 nos propusimos subir un monte cada mes durante un año con dos premisas: que la salida y llegada fuera desde una población, y que no resultara muy exigente. El año pasado subimos doce y este año, otros doce. En enero, con una chupa de agua considerable, tachamos de la lista Jaizkibel desde Pasai Donibane. En febrero pisamos el Hautza desde Erratzu; en marzo, también con mal tiempo, el Txurregi, partiendo de Ilzarbe, en el navarro valle de Ollo; y en abril, Izazpi desde Zumarraga. El Ganbo, en Aralar, fue el escogido en mayo, saliendo desde Amezketa. Con el calor de julio llegó la hora de subir al Saioa, en Baztan, desde Almandoz, atravesando el Camino de Santiago. En agostó tocó el Mondarrain desde Itxassou. Uno de los grandes, Gorbeia, cayó una mañana espléndida de septiembre tras caminar desde Zuia (Araba). El tiempo siguió sonriendo en octubre en Artzamendi, el techo de Lapurdi, pero se torció en noviembre en el Irimo desde Urretxu. Y, por fin, hace unos días, desde Ardanaz de Izagaondoa subimos a Itzaga, una atalaya privilegiada de la comarca de Iruña. En 2020, otros doce.

sábado, 21 de diciembre de 2019

Cordada

La chaqueta que protegía a Martin Zabaleta cuando ascendió al Everest, las botas que Juanito Oiarzabal utilizó en 2004 en el K-2 y los crampones que usó Pili Ganuza en los 60 y 70 en el Montblanc y el Cervino. Son solo tres de los objetos históricos que Emmoa-Fundación Museo del Montañismo Vasco guarda en su sede provisional del polideportivo Zuhaizti de Donostia. Los promotores del museo iniciaron hace ya varios meses una larga travesía con la meta de conseguir que el legado de la historia del montañismo vasco se pueda mostrar al público de manera permanente en un espacio del estadio de Anoeta. Como en las expediciones al Himalaya, primero se enfrentan a trabas burocráticas y, al mismo tiempo, para alcanzar la cima necesitan formar una cordada que les lleve a lo más alto. La semana pasada se dio a conocer la campaña que han iniciado para recabar apoyos, no solo económicos, sino también en labores de voluntariado, de patrocinio o mediante la donación de material histórico. Desde 20 euros al año hasta el infinito, Emmoa impulsa un proyecto que sirva de refugio al patrimonio del montañismo vasco. También a través de un reto fotográfico que consiste en colgar en las redes sociales (con las etiquetas #Únete a la cordada #LotuGureSokara) una foto de nuestros recuerdos en la montaña. Un reto que incluye jugosos regalos y que está abierto hasta el 27 de diciembre.

viernes, 13 de diciembre de 2019

El succionador

Hay una receta infalible para que una comida o una cena de tantas que llegan a partir de la próxima semana no acabe en trifulca: hablen de sexo. En las tertulias de sobremesa de mi familia política (¿se sigue llamando así?) solo hablamos de dos temas: ciclismo y sexo;tanto monta, monta tanto. El otro día le dimos al sexo, hablando, digo. Y salió a la palestra el aparato de moda: succionador de clítoris se llama. Hagan una búsqueda en Google y salen 1,6 millones de resultados. Una revolución sexual, a decir de muchas de las que lo han probado. Fue el regalo estrella del Black Fridayy el Cyber Monday, y lo será en navidades y lo que se tercie. Un artilugio de esos que te hacen alcanzar el séptimo cielo, a decir de los testimonios. Llúcia Ramis, periodista de La Vanguardia, contaba hace unos días su experiencia con el Satisfyer, que, creo, es el modelo más común en el mercado: “Si estás tensa o estresada, sacas el succionador, te lo acercas a los genitales, y en un par de minutos, puedes seguir con lo tuyo (...). Es más bien un relajante, una alegría exprés”. Otra relataba que, en una de esas, llegó a tal éxtasis que el dichoso aparato voló por los aires. Si es que alguna vez lo fuimos, hemos dejado de ser imprescindibles.

lunes, 9 de diciembre de 2019

De ‘Ran’ a ‘Star Wars’

No he visto ni la precuela ni la secuela ni las trilogías de Star Wars, más conocida por estas tierras como La guerra de las galaxias. Si quiero ver la nueva entrega que avanzaba ayer nuestro compañero Harri Fernández, ya me puedo dar prisa por ver del tirón las ocho anteriores porque el noveno capítulo (o como se diga) llegará a Donostia, como se decía antes, en primicia, el 18 de diciembre. En realidad, no consumo películas de ciencia ficción. Tampoco películas de terror y se me atraganta el cine asiático. Debe ser alguna tara mental. Lo del cine asiático viene de lejos, desde que en 1985 me llevaron al cine Bidasoa de Irun a ver Ran, de Akira Kurosawa. Ya saben, una obra maestra. Me sucedió también con otra de esas que califican de películas sublimes, aunque en este caso europea: Rompiendo las olas, de Lars von Trier. Una tortura. Y hace unos meses me pasó algo parecido con Roma, de Alfonso Cuarón. A veces las expectativas que se crean son proporcionales a la decepción que te llevas. Sucede lo mismo con los libros. He leído tanto en la prensa sobre Patria que me da una pereza terrible leer el libro. Así que haré lo que se hace en estos casos: ver la serie. Pero ya que hablamos de películas y libros, les recomiendo uno: Quizás vivir sea esto, de Jorge Egocheaga.