viernes, 26 de octubre de 2012

El molinillo

Para quienes no estén puestos (con perdón) en el mundo del ciclismo, conviene explicar que el molinillo era el sistema, por llamarlo de alguna manera, que Lance Armstrong utilizaba para someter a sus rivales cuando la carretera se empinaba. El molinillo consistía en aumentar el ritmo de las pedaladas. En sus tiempos de vino y rosas, Armstrong, gira que te gira, llegaba a dar 90 pedaladas por minuto en rampas imposibles. O sea, que iba a 1.000 revoluciones. Y casi siempre diseñaba el mismo plan. Tras forzar la máquina sus compañeros de equipo, atacaba en la primera rampa del último puerto de la jornada montañosa de turno, y no había Dios (ciclista) que le siguiera la rueda. Hoy sabemos que ese molinillo, músculos al margen, lo movía con gasolina EPO y derivados varios. No seré yo quien contradiga a la Agencia Estadounidense Antidopaje (USADA) ni a los arrepentidos compañeros de equipo de Armstrong. Pero no me cuadra que el tejano no fuera cazado en ningún control antidopaje. El ciclismo es, con muchísima diferencia, el deporte que se somete a más controles para intentar mantener a raya a los tramposos. Un corredor debe comunicar dónde se encuentra a todas horas. Si a las seis de la mañana llaman a la puerta de su casa, sabe de sobra que no es el lechero. Armstrong fue sometido a decenas de controles. Así que es imposible que la UCI no detectara que recurría continuamente, por no decir obsesivamente, a sustancias prohibidas. Solo desde la comunión de intereses, y con dinero de por medio, se entiende que hiciera la vista gorda.

viernes, 19 de octubre de 2012

Mastodontes

"Estamos en el país de los aeropuertos peatonales, las carreteras sin coches, los teatros sin contenido y los palacios sin congresos. Cada faraón quería su pirámide". Pensaba que lo había visto todo sobre inversiones en mastodontes de hormigón que se han quedado en construcciones de cartón piedra, pero se ve que la realidad siempre supera a tu imaginación. Hace unos días el programa Comando actualidad emitió el reportaje ¿Nos lo podíamos permitir?, un tratado de lo que ha sido la burbuja española en todas sus vertientes (inmobiliaria, financiera, de infraestructuras...). Aunque se trataba de un reportaje mucho más edulcorado que las mordaces lecciones que ofrece Jordi Évole en el imprescindible Salvados (en Comando Actualidad se entrevistaba a concejales y cargos públicos sin citar su partido), la sucesión de monumentos a la nada era un cúmulo de despropósitos. Me quedo con el repaso que se hizo a los palacios de congresos. De hecho, la frase que abre este texto es del propietario de la única sala de congresos privada de Palma de Mallorca. Asegura este buen hombre que en el Estado hay 140 palacios de congresos, la mayoría impulsados por las instituciones públicas, pero que solo dos o tres son rentables. En Palma de Mallorca, a la entrada de la ciudad, hay un esqueleto de hormigón sin acabar, por el que ninguna empresa puja, y en la que los políticos de turno ya se han gastado 125 millones. Otro pozo sin fondo que añadir a un catálogo de obras sin sentido que no tiene fin: ayer anunciaban que el aeropuerto de Castellón estudia su ampliación, pese a que aún no ha recibido su primer vuelo. Que siga la fiesta.

jueves, 18 de octubre de 2012

Candidatos

No descubro ningún secreto si digo que semanas, e incluso meses, antes de un acontecimiento de relevancia, en las redacciones de los periódicos echamos la vista atrás y repasamos lo que hicimos sobre el particular hace uno, dos, tres, diez o 20 años. Sucede cuando se aproximan el Mundial de fútbol, los Juegos Olímpicos, unas elecciones, el Jazzaldia, el Zinemaldia o cualquier efeméride que caiga en un número redondo. Tratamos de ofrecer a los lectores una buena información y procuramos que sea original, completa y adaptada a los frenéticos cambios tecnológicos que se están registrando en las cabeceras de los periódicos. Pero eso no quita para que tengamos ese tic de retroceder al pasado para comprobar el despliegue informativo que se hizo hace un tiempo sobre la materia que sea. Como soy de los que tienen esa costumbre de mirar al pasado, hace ya unas semanas repasé la cobertura de las elecciones al Parlamento Vasco de 2009. Y he aquí que comprobé que los personajes que capitalizan la información política de estos días pueden desaparecer de la actualidad en cuestión de nada. Hace tres años y medio, en vísperas de las elecciones autonómicas, publicamos seis semblanzas de los candidatos a lehendakari. De esa media docena de aspirantes, solo dos han completado entera la recién finalizada legislatura, aunque también hay que decir que otros dos de ellos ni siquiera lograron el ansiado escaño. Como todo es cíclico, no es difícil adivinar que alguno de los que hoy pelean por un asiento en el Parlamento se quedará en el camino.

martes, 16 de octubre de 2012

El otro rescate (y II)

Decíamos hace unos días que España necesita de manera urgente un rescate de sus horarios de trabajo. Si, como dicen quienes manejan los datos macro y microeconómicos, la crisis no se deja notar de la misma forma aquí que más allá del Ebro, sucede algo parecido con el asunto de las horas de entrada y salida del curro, y de nuestros hábitos. Digamos, por resumirlo, que por estos lares, y no solo por cuestión de cercanía geográfica, tenemos horarios más europeos (excepción hecha de determinados trabajos como, por ejemplo, la redacción de un periódico). Abrimos las tiendas a las nueve, cerramos a la una (ni un minuto más, ni uno menos), comemos en una hora y, en lugar de la clásica siesta, optamos por la kuluxka, que es igual de reparadora pero más corta (y sin pijama ni orinal). Diría más. En determinados lugares de este país incluso son más europeos que en otros. Según avanzamos hacia el norte, antes se cumplen los quehaceres diarios. Tengo un amigo que trabaja en un restaurante enclavado en la muga que come a las once de la mañana porque a eso de las once y media ya tiene a los primeros clientes, ya sean de Urruña, Baiona o Toulouse, sentados en la mesa. Y no es raro acercarse de visita a un pariente de Iparralde y comprobar que se dispone a cenar a las siete y media de la tarde. Por no decir que en las televisiones francesas mantienen aún la buena costumbre de emitir los telediarios a las 20.00 horas para, media hora después, iniciarse la película o la serie de turno. Aquí el prime time no llega antes de las 22.30 horas. Noctámbulos, que somos unos noctámbulos.

viernes, 12 de octubre de 2012

El otro rescate (I)

Asegura Ignacio Buqueras, presidente de la Asociación para la Racionalización de los Horarios Españoles (ARHOE), que, a falta del rescate financiero que Mariano Rajoy acabará pidiendo más pronto que tarde, hay otro rescate que debería formar parte de la agenda del Gobierno del PP desde ya: el rescate que necesitan los horarios de trabajo en España. Cuando el resto de Europa lleva ya dos o tres horas en el tajo, en la piel de toro mayormente se está desayunando. Y cuando en Bruselas salen del trabajo, en Madrid se entra después de dar cuenta de la comida, el cafelito y una imprescindible sobremesa (eso si no cae la siesta nacional). España es el país de la paradoja. Los ciudadanos que tienen un empleo (un bien cada vez más escaso) son los europeos que más tiempo pasan en su puesto de trabajo (272 horas más que un alemán, por ejemplo). Sin embargo, tienen el dudoso honor de ser de los trabajadores menos productivos de la UE. "No es lo mismo estar en el trabajo que trabajar", apunta Buqueras, que no aboga por adoptar el horario británico o el portugués. Quizás el problema no sea el lugar del meridiano de Greenwich que ocupa España. Es un asunto de costumbres y vicios adquiridos. Un país que desayuna a las nueve, come a las tres y media, cena a las nueve (en invierno) o a las once (en verano), programa el fútbol por la televisión a las diez de la noche (e incluso a las once) y arranca a medianoche con sus espacios deportivos estelares en las radios es complicado que tenga un ritmo biológico que le permita trabajar a pleno rendimiento.

viernes, 5 de octubre de 2012

A reflexionar

supongo que para un político profesional el inicio de la campaña electoral es lo más parecido al arranque de la Liga para un futbolista. Lleva meses de pretemporada (más o menos desde que acabaron las últimas elecciones, ya fueran forales, municipales o estatales del Estado, que no me acuerdo) y le recorre un cosquilleo por todo el cuerpo. Supongo también que al político profesional le pone lo de los mítines aquí y allá, repartir caramelos y bolis por doquier, visitar mercados y residencias de ancianos, y recibir a los altos cargos del partido, ya vengan desde el mismísimo Madrid o desde el Besaide, que viene a ser el centro de esta nuestra comunidad. El político profesional tiene quince días por delante para convencer a la descreída audiencia que merece la pena que el 21-O vaya al colegio electoral y deposite en la urna la papeleta de su partido. Dice un colega que, según sesudos estudios, solo uno de cada diez ciudadanos cambia su opción de voto en función de lo que lee, ve y escucha durante estos días de sobredosis electoral. O sea, que mayormente la campaña sirve más bien para poco. Uno cree que estas dos semanas y pico de cháchara están programadas a mayor gloria de sus señorías, que nos explicarán lo que no van a hacer y no nos dirán lo que van a hacer cuando tomen asiento. Yo, directamente, me iría al sábado 20 de octubre, a la jornada de reflexión, esa antigualla heredada de la transición que se mantiene inalterable en todo calendario electoral que se precie.

miércoles, 3 de octubre de 2012

Atentos al aparato


Atentos al aparato. Según ha podido saber este gacetillero de fuentes que beben bien informadas y son de absoluta solvencia, la Viceconsejería de Transportes anunciará en los próximos días una bomba informativa. Una noticia que va a sacudir los cimientos de Donostia. Se trata, ni más ni menos, de la presentación de un proyecto pionero, grandioso donde los haya y que colocará al marco incomparable en el mapamundi mundial. Tachán, tachán, la Viceconsejería que gobierna el concejal no electo anunciará la construcción de un túnel que conectará el muelle de Donostia y la isla de Santa Clara. El subterráneo será solo de uso petaonal aunque, lógicamente, incluirá un bidegorri. Ya hay plazos de ejecución, empresas interesadas en la iniciativa y hasta dinero. La pasta saldrá del remanente que habrá después de que el uso del Topo vaya a pasar de siete a 33 millones de usuarios. Ahí es nada. Está previsto que las obras del túnel se prolonguen durante once meses, por lo que no afectarán a las regatas de La Concha del próximo año, que se podrán desarrollar con absoluta normalidad. En una segunda fase, la Viceconsejería se propone construir una ampliación del túnel (en este caso sería acristalado para ver la fauna marina de la bahía) que llegaría hasta Ondarreta. Incluso estudia llevar a cabo una tercera fase que consistiría en construir un teleférico desde Ondarreta a Igeldo, donde se levantaría un edificio singular, para lo que se invitaría a arquitectos de prestigio mundial en un concurso restringido. He dicho.