viernes, 26 de febrero de 2021

Reputación

En Your honor, la miniserie de Movistar Plus que ha acabado esta semana, un modélico juez de Nueva Orleans, con una imagen intachable, rompe todos los códigos éticos y las normas que aplica a diario desde su estrado a raíz de un suceso que cambia su apacible vida. Su único hijo, también modélico, atropella a un joven y se da a la fuga. La víctima mortal, ya es casualidad, es el hijo de un nada modélico mafioso de la ciudad investigado en varias causas judiciales. Por proteger a su hijo, el juez Michael Desiato (el actor Bryan Cranston, más conocido como Walter White en Breaking bad) traspasa todos los límites y se envuelve en una maraña de mentiras y malas artes. Dada su buena reputación, sospecha que nadie sospechará nada. Si algo transmite la serie es que, en un momento de desesperación, el ser humano es capaz de cualquier cosa. Que hasta la persona más íntegra del mundo puede caer en la ofuscación que le lleve a cometer desde un crimen hasta saltarse una señal de stop. Lo estamos viendo estos días (no estoy estableciendo una comparación). Un cargo político sin tacha, con buena prensa, ha dimitido y luego ha confesado que "en un momento personal difícil" cometió un error. Lo trascendental suele ser repararlo y pedir perdón.

lunes, 22 de febrero de 2021

Lo que se lleva el fuego

Las comparaciones son odiosas, salvo cuando hablamos de incendios. Como tenemos tendencia a simplificar los cálculos de medidas, solemos aceptar como valor casi universal que el terreno de juego de un estadio (sin añadir los márgenes) equivale a 0,6 hectáreas. No es una cifra exacta porque se diría que no hay dos campos iguales: Anoeta mide 105x70, El Sadar 104x67 y el Jean Dauger de Baiona 95x65. Pero, sin ser exacta, es una cifra bastante aproximada. Entre el sábado y el domingo se han quemado 1.800 hectáreas entre Navarra, Gipuzkoa y Lapurdi. Equivale a 3.000 campos de fútbol. Visualicen el terreno de juego de la Real, de Osasuna o del Aviron, y piensen que se quema más de 4.000 veces. Un desastre. Una desgracia que, a diferencia de otros fenómenos naturales como puede ser una inundación, no sucede porque sí. Casi siempre, de manera voluntaria o involuntaria, está detrás la mano del hombre. Acostumbrados como estamos a ver devastaciones de este tipo todos los veranos en Galicia y Portugal, impresiona cuando lo sientes y lo hueles de cerca (el olor a humo que llegaba durante todo el fin de semana a la comarca del Bidasoa). Hay pocos paisajes más tristes que los que están envueltos en el negro que deja el fuego a su paso. Paisajes que acostumbras a pisar todas las semanas, más ahora con el confinamiento, que nos ha echado a todos al monte (aún más) y que nos ha permitido descubrir pistas y senderos que siempre han estado al lado de casa pero que desconocíamos. Todo eso se ha quemado. Todo ese monte repleto de mugas que, sin embargo, atravesamos como si fuera (que lo es) un único territorio. Todo ese monte del que solemos presumir y que no es verde porque sí (que también). Los prados no se cuidan solos. El monte lo mantiene limpio el ganadero con su ganado. Parece de Perogrullo, pero sin caballos, vacas y ovejas pastando, nuestro entorno natural no sería el que es. Son los propios animales los que limpian a diente los pastos, que diría Xabier Iraola, y los que al mismo tiempo lo abonan para que podamos disfrutarlos. Todo eso se ha llevado el fuego.

viernes, 19 de febrero de 2021

Esenciales, pero menos

Si un epidemiólogo es un médico de cabecera con un cursillo, deduzco que un juez es un abogado con un cursillo, un arquitecto es un delineante con dos cursillos (una carrera muy dura, la de Arquitectura, digo); y un periodista es un juntaletras con un cursillo de fin de semana. Las analogías del juez Luis Garrido dan para un máster de los de Cristina Cifuentes. Cuando se desató la pandemia, los periodistas fuimos declarados gentes importantes. Nos consideraron trabajadores esenciales, que suena a algo así como que no se puede vivir sin nosotros. El Gobierno de Sánchez publicó un largo listado de profesiones y profesionales cuya actividad era primordial para que no se paralizara el país durante el estado de alarma. Un año después, somos los últimos de la fila en el proceso de vacunación. De nosotros no se va a acordar ni el Tato. Tenemos muy mala prensa. Y ya que no figuramos en los planes de vacunación (cuarto poder nos llaman, te ríes), al menos que recuerden que quiosqueros, repartidores de prensa, carteros, bancarios (que no banqueros), trabajadores de depuradoras y abastecimiento de agua, los empleados que cada noche recogen nuestras basuras, los barrenderos y el sector primario estuvieron todos los días al pie del cañón. Eran tan esenciales entonces como ahora, pero no figuran en la agenda de vacunación.

viernes, 12 de febrero de 2021

El riesgo y el vacío

Visto desde nuestro campamento base, nuestro sofá situado a 40 metros sobre el nivel del mar, la cadena de accidentes que en el último mes se ha cobrado la vida de seis montañeros en la cordillera del Karakorum resulta inexplicable, incomprensible. ¿Por qué jugarte el pellejo en ascender un ochomil? ¿Por qué hacerlo, además, en invierno, cuando se extrema el riesgo? El riesgo es inherente al alpinismo, al menos al alpinismo en las grandes cumbres. En alguna ocasión dijo el malogrado Iñaki Ochoa de Olza que el riesgo era precisamente lo que daba sentido a su vida, y hay quien afirma que la vida sin riesgo no es vida. Aunque parezca un contrasentido, quien asciende un ochomil asume los riesgos que entraña subir por un terreno que no puede controlar porque una montaña es ingobernable, pero se suele guiar por la prudencia. No banaliza el riesgo. A veces sufres un accidente en el sitio más insospechado. Reinhold Messner, que padeció las de Caín en el Himalaya y perdió a su hermano Günther en un infernal descenso del Nanga Parbat, sufrió en 1995 una grave lesión al saltar un muro en el castillo en el que vivía (creo recordar que se olvidó las llaves e intentó escalar el muro). Paradójico. El peligro es el vacío. El vacío que dejan en familiares y amigos las personas que pierden la vida en la montaña

jueves, 4 de febrero de 2021

¿Quién es tu 'crush'?

“A Iraia le han regalado una foto de cartón a tamaño natural de su crush, que es un tiktoker de TikTok”. Fue escuchar la frase en casa e irme directo a consultar el Diccionario Adultos/Adolescentes-Adolescentes/Adultos. Qué demonios es crush. “Atta, para que me entiendas, el crush de la ama es Jamie, el de Outlander. Crush es un amor imposible. Una persona que te gusta pero sabes que es imposible que tengas algo con ella. Por eso se llama crush, porque se supone que tu corazón hace ese sonido al saber que no puedes tener nada con esa persona”. Acabáramos. Todos hemos tenido un crush en la vida. Antes se llamaba amor platónico y ahora se llama crush. Si crush le suena a chino y quiere entender el lenguaje que impera en la redes sociales de la chavalería, ahí van unos cuantos términos para familiarizarse. Orbiting es cuando rompes con alguien pero continúas siguiéndole en las redes sociales; curving es cuando has sentido rechazos sutiles por parte de otra persona; ghosting, cuando alguien corta la relación y desaparece sin dar explicaciones (el si te he visto no me acuerdo de toda la vida); y experimentar un instagrandstanding (perdón si se ha atrangantado), es que una persona sube fotos en lugares o con elementos importantes para ti. Como dice mi vecina de arriba en perfecto italiano, amore.