miércoles, 28 de junio de 2006

El carné de los doce puntos

Los mandamases de la DGT han decidido que a partir de este sábado el permiso de conducir valga doce puntos, ocho en el caso de los novatos. Te saltas un semáforo en rojo (¿Quién no se ha saltado alguna vez un semáforo en rojo?) y te pasas un pelín tomando unos zuritos, y ya te puedes poner a temblar. Te quedan cuatro puntitos de nada. Así que ya te puedes ir haciendo a la idea de que tienes que volver a la autoescuela o, mejor dicho, a un centro de recuperación de puntos, que es como se van a llamar las autoescuelas de toda la vida para los infractores. Y aquí es donde veo el problema. A ver cómo le explicas al profesor de marras que tú conduces con una mano en la caja de cambios, el pie encima del embrague y el codo del brazo izquierdo en la repisa de la ventanilla. Que para vicios, los que se adquieren al conducir. El profe de autoescuela te dice que hay que coger el volante con los brazos a 90 grados y luego cada uno aplica la lección a su manera. Y si no, no hay más que ver a esa legión de conductores que, sobre todo en verano, sacan a pasear su brazo izquierdo por la ventanilla, como si colgara una morcilla. Y qué decir de los que van tan pegados al volante que detrás les caben dos filas de asientos. O de los que van rígidos como una momia, o los que están más pendientes del coche de al lado que del suyo. De todo hay en la fauna de la carretera. Mucha fiera y, se supone, que mucho agente para controlar tantos puntos. Puestos a puntuar, se podría crear el carné del político. Tras las elecciones, ganan doce puntos y por cada promesa incumplida pierden uno. Alguno se quedaría con el contador a cero.

miércoles, 21 de junio de 2006

De quioscos y revistas

Dice aquí al lado un colega que en los quioscos hay más revistas que lectores. Quizás no le falta razón. Los puestos de venta se han convertido en tal bazar, que hace tiempo que los que están en la calle los de toda la vida están envueltos por periódicos, revistas y coleccionables. Es tal la acumulación de papel impreso, que en algunos quioscos ves la cabecita del vendedor entre un enjambre de publicaciones. Por abrumadora mayoría ganan las revistas. Por variedad que no quede. El otro día descubrí que hay una publicación dedicada a los amantes de los loros: El mundo de los loros. Estaba al ladito de otra que, digo yo, hará las delicias de los criadores de caballos (Guía de la crianza del caballo se llamaba), y no muy lejos sobresalía Cinturón negro (sí, sí, para los karatekas). Y qué decir de Chalet de madera, para quienes quieren vivir rodeados de roble y pino. No menos llamativas son las promociones que realizan las editoriales para enganchar a los potenciales lectores, sobre todo ahora que pega el calorcito. A saber. Hay desde la que regala una falda (Woman), el "biquini más buscado" (Ragazza), un neceser de viaje (Man) o un collar (Mía), hasta revistas que ofrecen regalos tan imprescindibles como una brújula (De viajes), una loción de crema (Glamour), un pedazo de bolso (Telva) y un botecillo para limpiar la suciedad (Interiores). Luego está Ana Rosa con un bolso plegable, Ser Padres, con unas chancletas y un kit de playa, y hasta el gran Buenafuente, que ha estrenado publicación. Pero la palma, lo que se dice la palma, se la lleva una revista de nuevo cuño: Pecho perfecto.

Euskadi tropikal

Hace ya un porrón de años, los Potato hicieron célebre un lema (Euskadi, independencia y tropical) que ahora vuelve a ponerse de actualidad. Y no por lo de Euskadi e independencia, que siempre están de actualidad, sino por lo de tropical. Dicen las gentes de la Fundación Azti-Tecnalia, que bucean lo suyo en los fondos marinos, que hay especies exóticas procedentes de aguas tropicales que están haciendo parada y fonda en el litoral vasco. Vamos, que están a gustito en el Cantábrico. Salen los arrantzales a por anchoa (es un decir) y regresan con algún pececillo, tipo Nemo o Dori, en sus artes. Los peces de colores, junto al húmedo y asfixiante calor de los últimos días y esa moda de beber caipirinha, nos dibujan una Euskadi tropical a más no poder. Los bilbaínos, subidos a la ola de la marcha salsera, crearon un Festival Tropikal que feneció hace un par de años, pero tienen su propia radio que en un pis pas te transporta al Caribe. En la Donostia de Elorza, que no tiene pinta de mover las caderas a ritmo de salsa (aunque vete a saber), lo tropical se reduce a los días de Carnaval. Siempre hay alguien dispuesto a ponerse plumas y salir a la calle ligero de ropa. Pero cuando más se hace patente la Euskadi tropical es en junio, julio y demás. El pegajoso calor siempre es más insoportable que el verano anterior, y que el anterior, y que el anterior. Y ahí está siempre el periodista con el dato preciso de que este día o aquel mes ha sido el más caluroso de la década, del milenio o de los últimos 37 años. Pues es. Pues vale. Que la Euskadi tropical ha existido, existe y existirá por los siglos de los siglos.

miércoles, 7 de junio de 2006

La cámara de calor


Desde los tiempos de José María Calviño no se ponía tan caliente la caja tonta pública. Para quienes este tipo les suene a chino, diremos que fue el predecesor de Pilar Miró en la dirección de RTVE en los 80 y el que instauró a las tantas de la madrugada de los viernes una serie de películas a medio camino entre el erotismo y el porno. Cuando de Canal+ no se conocía ni el nombre, este hombre rompió moldes e hizo añicos los dos rombos. Dos décadas después, la tele de todos se ha vuelto a calentar. Esta vez es también a la tantas de la madrugada, pero del domingo, enunprograma llamado Teleobjetivo, que se define como “de denuncia e investigación”. El espacio en cuestión tiene una sección –La cámara de calor– que investigar, lo que se dice investigar, investiga a fondo. El asunto consiste en que una pareja acude al programa porque su vida sexual es un muermo. Vamos, que ni la del peregrino. Se pone en manos de una sexóloga y una presentadora, que les invita a pasar una noche de pasión en un hotel para ver si la cosa se puede desenroñar. La parejita es grabada con una cámara termográfica que, amén de ofrecer el punto de calor que irradia cada punto del cuerpo, permite apreciar escenas no explícitas de sexo (una especie de sombras). En la única ocasión que he visto el dichoso programa, la pareja le pegó un repaso al Kamasutra de no te menees. Luego, sexóloga y presentadora, apoyadas en un monitor de TV, analizaron las mejores jugadas del partido. “Parece sexo anal, ¿no?”. “Sí, sí, eso parece”, comentaban mientras la parejita se lo montaba –con perdón– de vicio.