Desde los tiempos de José María Calviño no se ponía tan caliente la caja tonta pública. Para quienes este tipo les suene a chino, diremos que fue el predecesor de Pilar Miró en la dirección de RTVE en los 80 y el que instauró a las tantas de la madrugada de los viernes una serie de películas a medio camino entre el erotismo y el porno. Cuando de Canal+ no se conocía ni el nombre, este hombre rompió moldes e hizo añicos los dos rombos. Dos décadas después, la tele de todos se ha vuelto a calentar. Esta vez es también a la tantas de la madrugada, pero del domingo, enunprograma llamado Teleobjetivo, que se define como “de denuncia e investigación”. El espacio en cuestión tiene una sección –La cámara de calor– que investigar, lo que se dice investigar, investiga a fondo. El asunto consiste en que una pareja acude al programa porque su vida sexual es un muermo. Vamos, que ni la del peregrino. Se pone en manos de una sexóloga y una presentadora, que les invita a pasar una noche de pasión en un hotel para ver si la cosa se puede desenroñar. La parejita es grabada con una cámara termográfica que, amén de ofrecer el punto de calor que irradia cada punto del cuerpo, permite apreciar escenas no explícitas de sexo (una especie de sombras). En la única ocasión que he visto el dichoso programa, la pareja le pegó un repaso al Kamasutra de no te menees. Luego, sexóloga y presentadora, apoyadas en un monitor de TV, analizaron las mejores jugadas del partido. “Parece sexo anal, ¿no?”. “Sí, sí, eso parece”, comentaban mientras la parejita se lo montaba –con perdón– de vicio.
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