viernes, 30 de julio de 2021

Historias de los JJOO

El 8 de septiembre de 2019, el surfista brasileño Italo Ferreira vivió una odisea para clasificarse para los JJOO de Tokio. De camino a la clasificatoria que se celebraba en Japón, le robaron el pasaporte, perdió el vuelo y su nuevo viaje se retrasó por un tifón. Llegó nueve minutos antes de que empezara la prueba. Compitió en vaqueros y con una tabla que no era la suya. El martes logró la medalla de oro. Con ocho años, Rose Nathike Lokonyen huyó de la violencia en Sudán del Sur y creció con su familia en el campamento de refugiados de Kakuma, en Kenia. En este lugar ganó descalza una carrera organizada por el COI. Hoy corre en Tokio los 800 metros lisos. Artur Dalaloyán, gimnasta ruso de 25 años, compite con los dos talones vendados. En mayo se rompió parcialmente el talón de Aquiles. El pasado lunes ganó el oro por equipos con el Comité Olímpico Ruso (ROC, en sus siglas en inglés), la selección sin himno ni bandera (cuando ganan un metal suena el Concierto para piano número 1 de Tchaikovsky) como castigo por su laxitud con el dopaje. Más allá del oro, la plata y el bronce, los JJOO están plagados de historias de superación y sacrificio. Historias lejanas e historias cercanas, como las de Maialen Chourraut y Ander Elosegi, deportistas ante los que solo nos queda quitarnos la txapela. Zorionak!

viernes, 23 de julio de 2021

10 centímetros

veces lees noticias fechadas en el siglo XXI, concretamente el 22 de julio de 2021, pero que te hacen retroceder varias décadas. Multan al equipo noruego de balonmano playa por no usar bikini, titulaba ayer La Vanguardia. Cada una de las jugadoras ha recibido una sanción de 150 euros porque en el partido por la medalla de bronce ante España del reciente Europeo se plantaron y compitieron con pantalones cortos en lugar de los bikinis que impone la arcaica EHF, la Federación Europea de Balonmano. La norma obliga a las jugadoras a competir con bikinis de talla ajustada y un sujetador también bien pegado al pecho. Los shorts que usaron sobrepasaban diez centímetros los laterales, así que multa al canto por parte de los señores de la EHF, que no marcan la misma pauta para los equipos masculinos de balonmano playa: juegan con camiseta de tiras y pantalones cortos. Se podría alegar que el equipo noruego ya conocía de antemano las normas si no fuera porque, antes del Europeo, la federación del país nórdico ya pidió a la EHF que suprimiera una norma que considera que es sexista y discriminatoria, y resulta incómoda para las jugadoras, por ejemplo, cuando tienen la regla. La EHF dice ahora que estudiará el asunto. Con lo sencillo que es suprimir una norma pensada con el culo, con perdón.

sábado, 17 de julio de 2021

Como oro en paño

Guardo como oro en paño todas las medallas que he recibido. El otro día hice recuento: 53 preseas, que es una palabra que se usa cada cuatro años, durante las dos semanas y pico de Juegos Olímpicos. La primera de esas 53 medallas data de 1981, del Día del Pedal. Y desde 1990, todos los años he recibido al menos una medalla, cosa que no tiene gran mérito porque es uno de los obsequios de algunas carreras populares y clásicas cicloturistas. Cuando éramos chavales, recibir una medalla era ilusionante pero lo que realmente te llenaba de orgullo era ganar un trofeo o una copa. Es una pena no poder acompañar este texto con una foto porque echarían una risas con el primer trofeo que gané: primer clasificado en una carrera ciclista infantil en Irurita. Trece centímetros mide el artefacto. Se descuajeringa con la mirada. Luego cayeron otros cinco, uno precioso con el escudo de Baztan. Estos días ha habido cierta polémica por el gesto de varios jugadores ingleses de quitarse la medalla del cuello nada más recibirla en la ceremonia de clausura de la final de la Eurocopa. Hay quien considera que es un desprecio, pero también se puede entender como un gesto de rabia por no lograr un éxito soñado. En fin, que no quitarse la medalla es uno de esos valores universales del deporte que se deben enseñar y aprender desde que uno recibe su primera presea.

viernes, 9 de julio de 2021

Aprobado raspado

Hace unas semanas el Gobierno Vasco publicó un estudio del Gabinete de Prospección, basado en 1.000 entrevistas realizadas a vascos de la CAV, en el que los ciudadanos encuestados ponían nota a varios "agentes" involucrados en la gestión de la crisis sanitaria. Como es lógico, los profesionales de la sanidad eran los más valorados, con una nota de 8,8 sobre 10, por delante de los científicos (7,6) y el Gobierno Vasco (6,2). La ciudadanía "en general" era valorada con un 5,2. La peor calificación, solo superada por el 5,1 del Gobierno español, era para los medios de comunicación. Un 5,2 nos ponían los ciudadanos consultados. Un aprobado raspado de toda la vida. En su ingenuidad, uno pensaba que, como en esos exámenes en los que crees que vas a sacar buena nota porque has sido un estudiante aplicado, los medios habíamos superado la prueba del covid con algo más que un aprobado justito. No es por tirar de corporativismo pero pocas veces como en esta pandemia ha tenido sentido nuestro trabajo como un servicio útil para los ciudadanos. En esta casa, que es la que conozco, al menos, nos hemos empleado a fondo para informar a nuestros lectores con rigor y profesionalidad. Pero está visto que una cosa es la percepción que uno tiene y otra distinta los resultados de un sondeo.

sábado, 3 de julio de 2021

Ya falta menos

Cuando todo indicaba que esta era la ola buena, por decirlo de alguna manera, que de esta ya no retrocedíamos, volvemos a estar colgados de una noria que no es precisamente de emociones. Como en el baile de la Yenka, damos un pasito para adelante, y otro pasito para atrás. Ahora ya no es que no haya Yenka, ya es que no hay ni canción de verano ni, a este paso, verano. Que estamos de la lluvia, el fresquito y los contagios hasta la coronilla, oiga. En su optimismo patológico, uno pensaba que las vacunas eran la solución inmediata al problema. Qué digo solución, la salvación a los males que arrastramos desde marzo de 2020. Son la solución, pero tenemos tantas ganas de volver a la vida que conocíamos hasta hace 17 meses que no acabamos de ver la luz al final del túnel. Y eso que ayer hubo datos para la esperanza, más allá de los números que hablan de que los casos de covid crecen en puntos concretos de Gipuzkoa. Según los datos que dio a conocer el Ministerio de Trabajo, Euskadi, los tres territorios de la CAV, ha recuperado el 80% del empleo perdido por el coronavirus. Quedan más de 18.300 trabajadores en ERTE pero, después de semanas de datos negativos, es un soplo de esperanza. Así que, como en los sanfermines, ya falta menos.

viernes, 2 de julio de 2021

Gabriela Andersen

Los más viejos del lugar recordarán la imagen porque dio la vuelta el mundo, que en los años 80 venía a ser lo que hoy conocemos como hacerse viral. Sucedió en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles. Aunque parezca mentira, era la primera vez que el maratón femenino figuraba en el programa olímpico. Hasta entonces la máxima distancia que se permitía correr a las mujeres eran los 1.500 metros. En Los Ángeles se incluyeron los 3.000 metros lisos y el maratón (los 3.000 metros obstáculos femeninos, por ejemplo, se introdujeron hace solo trece años, en Pekín 2008). El caso es que aquella tórrida jornada en el Memorial Coliseum de Los Ángeles, con una humedad brutal, la suiza Gabriela Andersen entró en la meta dando tumbos. Sufrió un golpe de calor que convirtió sus últimos 200 metros en un suplicio. El pasado fin de semana se vivió una escena muy parecida en el Western States 100, el ultramaratón (166 kilómetros) más antiguo del mundo, de California. El último clasificado entró en meta retorcido, grogui, exhausto, entre gritos eufóricos del público. Llegó a un minuto de que se cumpliera el tiempo límite de 30 horas. Y el debate está abierto. ¿Se debe permitir a un corredor llevar su esfuerzo al extremo o cada uno es libre de hacer con su cuerpo lo que quiera?