viernes, 28 de diciembre de 2018

12 meses, 12 montes

En enero de este año me propuse un pequeño “reto”: subir cada mes un monte. Solo tenía que autocumplir dos condiciones: que la salida y llegada fuera desde un pueblo y que fuera una montaña algo exigente. Vamos, que no fuera una excursión de una hora, pero tampoco de cinco. Algo intermedio. En un alarde de originalidad, al “reto” le puse hasta nombre: 12 meses, 12 montes. En enero subí el monte Larun, en un día espléndido, con nieve en la cumbre más urbanizada de Euskal Herria. Allí se me ocurrió que haría una foto panorámica de cada cima que pisara. En febrero llovió (no sé si lo recuerdan pero estuvo cuatro meses seguidos lloviendo), así que subí y bajé empapado Peñas de Aia desde Irun. En marzo siguió lloviendo, así que me calé hasta los huesos desde Arantza a Mendaur y vuelta. En abril, un día de tregua, disfruté de la ida y vuelta desde Urnieta al Adarra. En mayo tocó volver a Arantza para subir y bajar al Ekaitza, y en junio descubrí el Uzturre desde Tolosa y la panorámica de Tolosaldea desde el Uzturre. En julio y agosto fue el turno de dos imprescindibles;Txindoki desde Abaltzisketa y Aizkorri desde Arantzazu. En septiembre me estrené en Alkurruntz desde Urdazubi, en octubre recorrí la larga travesía desde Hernialde al Hernio, en noviembre subí a Beriain (San Donato) desde Unanue y en diciembre a Manttale desde Bera. Todos a menos de hora y media en coche desde casa. En 2019, otros doce.

viernes, 21 de diciembre de 2018

Miedo

"Anoche, salí del portal en el momento en que subía por la calle una chica joven. Íbamos en la misma dirección y caminaba detrás de ella. Hasta que me di cuenta de que estaba acelerando el paso. Giré en la siguiente esquina. Nunca había sido consciente de que yo pudiera dar miedo". La reflexión, publicada en Twitter, es de Xavier Aldekoa, corresponsal de La Vanguardia en África. Más de una, más de dos y más de tres veces he tenido la misma sensación que describe Aldekoa. Y no solo porque soy un tipo más bien grande (mido más de 1,85). Más de una, más de dos y más de tres veces he sido consciente, cuando caminaba por detrás de una mujer, cuando me acercaba a un ascensor y en la puerta había una mujer esperando, o cuando iba a buscar el coche a un aparcamiento subterráneo, de que hay situaciones en las que damos miedo. Como en el caso que cuenta Aldekoa, suelo optar por cambiar el paso o por esbozar una sonrisa. No es una cuestión de paternalismo. Y no es tampoco cuestión de infundir aún más temor en ellas. No conozco a ninguna mujer que alguna vez no haya sentido miedo cuando va sola por la calle. Antes fueron nuestras madres, y ahora son nuestras mujeres, hermanas, cuñadas, tías e hijas. Hasta que no escuchamos el ruido de las llaves abriendo la cerradura, no descansamos tranquilos.

miércoles, 19 de diciembre de 2018

Los 28 de 28 del Barça

El Barça de balonmano ha ganado los 28 títulos en juego de las competiciones españolas desde 2011. Entre esa veintena de trofeos se incluyen las últimas ocho ligas, las últimas cinco Copas, las últimas ocho Copas Asobal y las últimas siete Supercopas. Un pleno tan deslumbrante para el club blaugrana como descorazonador para la Liga Asobal, que malvive sin cumplir una de las normas básicas del deporte: la competencia. Cuando en septiembre arranca la Liga, ya se sabe el ganador. Desde mayo de 2013, el Barça solo ha perdido un partido de los últimos 174. Maneja un presupuesto de nueve millones de euros, muy por encima del segundo club más acaudalado, que puede superar por poco el millón de euros, o, por ejemplo, del Bidasoa, que se está luciendo con 761.000 euros en el bolsillo. No hay color. Es una tendencia que también se observa, con matices, en el fútbol y el baloncesto. Barça y Madrid, con la excepción del Atlético en 2014, se han repartido los títulos en los últimos 14 años. En baloncesto, solo Valencia y Baskonia (dos veces) han tosido a merengues y culés desde 2006. El dinero manda más que nunca, pero manda sobre todo en el balonmano, donde cualquier tiempo pasado fue mejor. Sin competencia es complicado enganchar al aficionado.

viernes, 14 de diciembre de 2018

#spacing 7.0

Hay una máxima en el periodismo que suelen, o solían, comentar los dinosaurios de la profesión y que, palabra arriba, palabra abajo, viene a decir lo siguiente: “Escribe de manera que pueda entenderlo tu madre”. Las madres, ya saben, son nuestras más fieles seguidoras, las que recortan nuestros artículos y los guardan en una carpeta. “Escribir para que lo entienda tu madre” debería ser una norma a seguir, no solo en el periodismo sino en cualquier formato informativo. Desde una web hasta un cartel o un folleto. Si quieres que tu mensaje cale, hazlo digerible. Por razones que se me escapan, el mundo de la cultura a veces es un filón de lo que se podría llamar información indigerible. Por decirlo finamente, te encuentras con, por ejemplo, un texto sobre una exposición y no hay por dónde cogerlo. A lo sumo aciertas que es sobre escultura. Abunda el lenguaje barroco o una de las modas de este siglo: mezclar anglicismos, palabros que no entiende ni dios, números tipo 2.0 o 6.0, signos como asteriscos y almohadillas, y verbos que no existen en el diccionario. Así que, nada, sepan que quedan invitados el próximo lunes al featuring con artist guest que tendremos dios mediante en nuestro cool #spacing 7.0. Imprescindible diccionario.

viernes, 7 de diciembre de 2018

Planchar o no planchar

Hace la tira de años, Josu Jon Imaz, entonces presidente del EBB del PNV, confesó en la contraportada del El País su afición oculta: planchar. “Me plancho siempre los pantalones los domingos por la noche viendo la CNN, practicando mi inglés. Me relaja un huevo”, dijo. En ese mismo espacio, Odón Elorza había asegurado un año antes que los políticos deberían masturbarse con más frecuencia para aliviar tensiones, pero eso es harina para otro debate porque hoy hemos venido a hablar de planchar. Planchar o no planchar, he ahí la cuestión. “¿Están los millennialsmatando la industria de la plancha?”, se preguntaba el otro día una mujer en Twitter. A decir de una encuesta interna que hemos hecho en nuestro periódico, se diría que sí. Al menos dos redactores de esta casa no tienen una miserable plancha en su casa. Corren malos tiempos para la plancha, una tarea ingrata para sus detractores;relajante para sus defensores, entre los que me incluyo. Entre cocinar y planchar, dame montañas de ropa. En Argentina, hace unos años se celebró el Día de la Camisa Arrugada, una iniciativa de organizaciones no gubernamentales para desconectar la plancha por un día. El fin era ecológico: salvar el planeta. ¿Pero quién salva a la plancha?