jueves, 30 de abril de 2020

Me dicen que...

Me dicen que... Cada vez que me llega un vídeo al WhatsApp precedido por esta frase, intuyo que  es falso. Un tipo que se pasea en pelotas por Beasain, jabalís a sus anchas en Trintxerpe, coipús en el Paseo Colón de Irun, un tiroteo en Urnieta, un mogollón de peces en el litoral de Mutriku... Siempre son imágenes llamativas y siempre con la coletilla de que el lugar de los hechos es cercano. No sé cuántos van en estos casi 50 días de confinamiento. El último me llegó tres veces en menos de 24 horas. Un camión a toda velocidad se estampa contra un peaje y comienza a arder ante la mirada de un grupo de gendarmes. Al poco me llaman de casa. “¿Que ha pasado en Biriatu”. “Nada”, contesto. “El vídeo es de otro día y no es Biriatu”. Bastaba teclear cuatro palabras en Google para comprobar que se trataba de un accidente que sucedió el 26 de noviembre de 2019 en un peaje de la autopista A-1 de Francia. Por concretar, en la localidad de Roye. A unos 900 kilómetros de Biriatu, por cierto. En uno de los grupos de WhatsApp de mi móvil, como soy el único periodista y estamos todo el rato de coña, cada vez que alguien envía un vídeo de este pelo, hay otro que añade: “Juanma, confirma dónde es”. La respuesta siempre es la misma: “Orihuela”. l

viernes, 24 de abril de 2020

Agendas y pósits

No soy amigo de las agendas. Tampoco de las plumas estilográficas. Ni de los paraguas, que los pierdo a las primeras de cambio. Soy fan del boli Bic con capuchón y de los pósits. El otro día confirmé la importancia de los pósits mientras veía la película Path to the Everest, que narra los dos ascensos de Kilian Jornet a la cima más alta del mundo. El director, Josep Serra, explicaba que hizo el guion de la cinta escribiéndolo en pósits que iba pegando en una pared. Un genio. El caso es que en las últimas navidades me regalaron una agenda. Muy bonita. Con su tapa dura, sus días escritos en inglés y una leyenda debajo de cada página para que anotes si tu jornada ha sido buena, bastante buena o perfecta (no hay opción de mala o malísima). En la agenda iba apuntando futuras entrevistas y reportajes, convocatorias, citas, días señalados... Ya digo que soy más de pósits y de ejercitar la memoria, pero iba tirando de agenda. Hasta que llegó el bicho y la agenda se ha ido al garete. No la he tocado desde que nos metimos en este bucle. La pandemia ha abierto tal abanico de asuntos a tratar y problemas e incertidumbres para abordar que podríamos llenar folios hasta hartarnos. No hay agenda que valga. Y para muestra, la final de Copa, que ya ha tenido tantas posibles fechas que vamos camino de que se celebre en navidades de 2021.

viernes, 17 de abril de 2020

Guerras, ni de pintura


Hace tiempo, un amigo, muy aficionado al montañismo, me hizo ver que los periodistas abusamos de los términos bélicos cuando escribimos sobre expediciones a las grandes cumbres del Himalaya y el Karakorum. Que si "conquista", "ataque a la cima", "montaña asesina"... No le faltaba razón. Me vino a la mente su apunte al escuchar la última intervención de Pedro Sánchez. Si no teníamos suficiente con la ración diaria de expresiones militaristas que sueltan en la rueda de prensa gubernamental los dos individuos que tienen la pechera llena de galones y medallas, el presidente del Gobierno español se explayó en su ya habitual discurso sabatino con un lenguaje bélico que no venía a cuento. Que si "enemigo", "campo de batalla", "guerra" (repitió ocho veces esta palabra) y, para rematar (esta me ha salido a mí), se refirió a la "posguerra", como si estuviéramos a finales del 39. La crisis sanitaria y económica que ha provocado el maldito virus no es una guerra. En todo caso, la situación que se avecina sí que va a ser una economía de guerra. La comunicación no es precisamente el fuerte de Sánchez. Se pierde en largas peroratas sin ir a lo concreto. La sustancia, que diría el otro. Y en esta crisis, si algo se necesita son mensajes claros. Guerras, ni de pintura.

viernes, 10 de abril de 2020

Cuatro verdades

Echando la vista atrás, el otro día recordé que hace muchos años viví un confinamiento. Fue por unas horas, breve, pero intenso. Un domingo por la mañana mi compañero de piso salió de casa temprano y cerró la puerta con doble llave. Residíamos en un piso alto de Bilbao, sin balcones, y no teníamos ni teléfono fijo ni móvil. Estuve encerrado hasta bien entrada la noche, cuando se acercó al otro lado de la puerta de entrada al piso, al descansillo, un colega de la redacción, preocupado porque no había ido a trabajar. No es que entonces ya fuera esencial, pero los domingos me tocaba meter todos los resultados y clasificaciones desde Tercera División a Segunda Regional, así que me debieron echar en falta. Al rato llegó mi compañero de piso, abrió la puerta y salí pitando a la redacción, donde lógicamente tuve una entrada triunfal. Risas. Lo relatado es cierto, pero, imitando a otros colegas que han hecho el juego de escribir en Twitter cuatro verdades y una mentira, ahí van las mías. 1. En una entrevista al entonces jugador de la Real Miguel Fuentes, derramé un café con leche en sus pantalones (se movió la mesa de la terraza). 2 Nunca he fumado un porro. 3. Gané 100.000 pesetas en el concurso El Rompecabezotas de ETB. 4. He corrido varios encierros de sanfermines. 5. Fui campeón ciclista infantil de Baztan-Bidasoa.

viernes, 3 de abril de 2020

Las esenciales

Un chapucero decreto ha dividido la vida esta semana entre trabajadores esenciales y no esenciales. Esenciales somos todos. Pero esencial es sobre todo invertir en educación, en sanidad, en ciencia, en investigación y desarrollo, en políticas sociales de apoyo a quienes más lo necesitan, en solidaridad y en la lucha contra el cambio climático. Por comentar. Pero, ya que estamos en plan esencialista, son esenciales una larga lista de profesionales, la mayoría mujeres, que siempre tienen que alzar la voz para que se vea reconocido su trabajo con unas condiciones laborales y unos salarios dignos. Son esenciales las empleadas en las residencias que cuidan de nuestros ancianos, son esenciales las auxiliares, son esenciales las trabajadoras de ayuda domiciliaria, son esenciales las limpiadoras y son esenciales un largo etcétera de mujeres que se parten el riñón, muchas de ellas por sueldos sonrojantes. Son ensenciales los médicos y las enfermeras, sí, las mismas enfermeras que año tras año se han quejado en balde de que soportaban una carga de trabajo por encima de sus posibilidades. Ha tenido que arrasarnos un virus para darnos cuenta de que algunas de las profesiones que menos valoramos son las más esenciales.