Un chapucero decreto ha dividido la vida esta semana entre trabajadores esenciales y no esenciales. Esenciales somos todos. Pero esencial es sobre todo invertir en educación, en sanidad, en ciencia, en investigación y desarrollo, en políticas sociales de apoyo a quienes más lo necesitan, en solidaridad y en la lucha contra el cambio climático. Por comentar. Pero, ya que estamos en plan esencialista, son esenciales una larga lista de profesionales, la mayoría mujeres, que siempre tienen que alzar la voz para que se vea reconocido su trabajo con unas condiciones laborales y unos salarios dignos. Son esenciales las empleadas en las residencias que cuidan de nuestros ancianos, son esenciales las auxiliares, son esenciales las trabajadoras de ayuda domiciliaria, son esenciales las limpiadoras y son esenciales un largo etcétera de mujeres que se parten el riñón, muchas de ellas por sueldos sonrojantes. Son ensenciales los médicos y las enfermeras, sí, las mismas enfermeras que año tras año se han quejado en balde de que soportaban una carga de trabajo por encima de sus posibilidades. Ha tenido que arrasarnos un virus para darnos cuenta de que algunas de las profesiones que menos valoramos son las más esenciales.
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