viernes, 25 de mayo de 2012

La primera piedra

Pocas veces un gobierno ha puesto tantas primeras piedras de un mismo proyecto. Hablo del Gobierno Vasco, hablo del TAV. He perdido la cuenta de las veces que el Departamento de Transportes ha convocado a los medios de comunicación para el protocolario acto. Cada vez que comienza el tajo en alguno de los tramos del TAV, se cita a los periodistas. Se hacen las correspondientes fotos; técnicos y políticos dan las explicaciones sobre el terreno, se ofrece un piscolabis... y hasta la siguiente primera piedra. El proyecto de estación de autobuses de Donostia no tiene prevista la colocación de la primera piedra, ni se le espera. Todos los planes son papel mojado. Me juego mi despoblada cabellera a que no habrá máquinas que empiecen a trabajar antes de 2016, cuando acabe esta legislatura. Los políticos han mareado tanto la perdiz, que desde hace 20 años asistimos a una refriega dialéctica impropia de quienes dicen trabajar para el bienestar de los ciudadanos. La ubicación de la terminal ya es casi lo de menos. Al usuario de la estación seguramente se la trae al pairo dónde se construya la terminal con tal de disponer de una instalación en la que pueda guarecerse en caso de lluvia. De tanto cambiar de proyecto y ubicaciones puede suceder lo que ha ocurrido en Iruñea. Allí también hubo un debate interminable sobré dónde y qué tipo de terminal había que construir. Hoy, la flamante estación es tan cómoda como deficitaria. En sus cuatro primeros años ha tenido 500.000 usuarios menos de los previstos y en la galería comercial solo están ocupados siete de los 21 locales. Los viajeros se han cansado de esperar al autobús.

viernes, 18 de mayo de 2012

Caer desde tu propia altura

El otro día me di un golpe en la cabeza de esos de los que te acuerdas toda tu vida. Un golpe con fundamento, que diría Karlos Arguiñano. De los que dejan huella en forma de cicatriz. Chapa y pintura suelen comentar los ciclistas. Solo que, en mi caso, al día siguiente no hubiera estado en la línea de salida con el pelotón. Como rezaba el informe médico, caí desde mi propia altura. Y ya se sabe lo que tiene ser alto: más dura será la caída. El caso es que acabé con un majete coscorrón en la cabeza y protagonicé ante mis exvecinas de portal una escena propia de película de sangre y terror. No soy amigo de visitar ambulatorios y hospitales, y cuando veo un chorro de sangre me entra el telele. Será por eso que valoro muy mucho la labor del personal sanitario, sean celadores, médicos, enfermeras o ATS. Obligado como estaba a acudir a un centro hospitalario, comprobé in situ algo que nunca está de más recordar. Supongo que hay excepciones, pero, cada vez que visito una dependencia de Osakidetza, el trato humano, el calor humano, suele ser exquisito. Siempre hay alguien dispuesto a hacerte pasar el mal trago con la mejor de sus sonrisas. Doy por hecho que los recortes han empeorado sus condiciones laborales, pero desde luego ellos y ellas no han recortado un ápice el trato humano que ofrecen al paciente. Como tengo esta privilegiada esquina del periódico para contarlo, vaya desde aquí mi más sincero agradecimiento a quienes velaron por mi salud y al amigo Txomin, que me devolvió luego cada músculo a su sitio.

viernes, 11 de mayo de 2012

A muxus en Vitoria

Se acabó lo que se daba. Ha sido decir el tío Antonio que la fiesta se ha acabado y descarrilar el tren constitucionalista que arrancó allá por mayo de 2009. La cuenta atrás de Patxi López en Ajuria Enea ha comenzado a la voz que marca el líder del PP vasco. Lo que no puede ser no puede ser, y además es imposible. El acuerdo antinatura que suscribieron socialistas y populares no da más de sí. Solo falta saber cuándo caduca el actual Gobierno y en qué fecha se celebran las próximas elecciones autonómicas. Por más que fuera legítimo que gobernara la segunda lista más votada (es habitual en la política, se ha repetido hace una semana en Andalucía), la alianza por conveniencia entre PSE y PP estaba llamada a fracasar, ya fuera por las guerras intestinas que se traen ambos partidos en Madrid, por la pérdida de poder del PSOE o porque López ha gobernado de espaldas a la mayoría social del país, buena parte de ella no representada en el Parlamento Vasco por una ley aprobada ad hoc. Aquellos que abominaban de los signos identitarios como del hombre de las nieves han acabado haciendo bandera precisamente de los símbolos para borrar del mapa (nunca mejor dicho) toda traza que quedara de los gobernantes anteriores. Las propias encuestas del Gobierno Vasco han dejado en evidencia a un Ejecutivo que no ha sabido calar entre la sociedad vasca, preocupado como estaba por no molestar a su socio preferente. Y es que no se puede estar a tortas en Madrid y a muxus en Vitoria.

viernes, 4 de mayo de 2012

Mikel Aranburu

Trece temporadas y 425 partidos después, Mikel Aranburu deja el fútbol profesional y la Real. Entró en Zubieta siendo un niño (con 13 años, en la categoría infantil) y se va con 33. Por excepcional, el caso del jugador de Azpeitia es para exponerlo como una asignatura obligatoria en las escuelas de fútbol. Aranburu representa un ejemplo de profesionalidad como pocos en estos tiempos en los que se prodigan los futbolistas con egos que no les caben en el pecho. Frente al individualismo imperante, lo suyo ha sido trabajar en favor del colectivo. Y lo ha hecho de la única forma que sabía hacerlo: sin estridencias, con una labor callada pero impagable. En silencio también se puede ser un gran líder. Si los aficionados de la Real echan la vista atrás, no recordarán una polémica, una declaración más alta que otra del capitán. Ni siquiera levantó la voz cuando le partieron la pierna en El Sardinero. Ni una sola queja. Ha llevado la modestia a tal extremo que ayer, en el anuncio de su adiós, dijo confiar en que figure en la convocatoria de su partido de despedida ante el Valencia en Anoeta. Por su forma de ser, supongo que huirá del boato y las despedidas rimbombantes. Pero, por una vez, la Real tiene una ocasión inmejorable para agradecer como se merece la labor de un futbolista que representa como nadie la idiosincracia de club. En los 80 abundaban los Aranburus, pero en los albores de este siglo XXI, en los que el dinero todo lo pudre, cuesta encontrarlos. Se va un referente, el capitán, pero siempre nos quedará su ejemplo. Una retirada a tiempo es una victoria.