Se acabó lo que se daba. Ha sido decir el tío Antonio que la fiesta se ha acabado y descarrilar el tren constitucionalista que arrancó allá por mayo de 2009. La cuenta atrás de Patxi López en Ajuria Enea ha comenzado a la voz que marca el líder del PP vasco. Lo que no puede ser no puede ser, y además es imposible. El acuerdo antinatura que suscribieron socialistas y populares no da más de sí. Solo falta saber cuándo caduca el actual Gobierno y en qué fecha se celebran las próximas elecciones autonómicas. Por más que fuera legítimo que gobernara la segunda lista más votada (es habitual en la política, se ha repetido hace una semana en Andalucía), la alianza por conveniencia entre PSE y PP estaba llamada a fracasar, ya fuera por las guerras intestinas que se traen ambos partidos en Madrid, por la pérdida de poder del PSOE o porque López ha gobernado de espaldas a la mayoría social del país, buena parte de ella no representada en el Parlamento Vasco por una ley aprobada ad hoc. Aquellos que abominaban de los signos identitarios como del hombre de las nieves han acabado haciendo bandera precisamente de los símbolos para borrar del mapa (nunca mejor dicho) toda traza que quedara de los gobernantes anteriores. Las propias encuestas del Gobierno Vasco han dejado en evidencia a un Ejecutivo que no ha sabido calar entre la sociedad vasca, preocupado como estaba por no molestar a su socio preferente. Y es que no se puede estar a tortas en Madrid y a muxus en Vitoria.
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