miércoles, 30 de agosto de 2006

Atletas y Guardia Civil

Pongamos que un club organiza una carrera de atletismo por el monte, nueva en el calendario, para dar más lustre a las fiestas de un barrio de un pueblo. Pongamos que el club decide la fecha, la hora, el recorrido y el número de atletas que va a participar. Pongamos que busca patrocinadores y encuentra premios en metálico. Pongamos que, dos días antes de la prueba, uno de los organizadores recibe una llamada en su móvil. Pongamos que al otro lado del auricular está al habla con... la Guardia Sivil. "Bueno día. No hemo enterau de que van a organisar una carrera", dice el agente ante la sorpresa del telefoneado, que se pregunta de dónde diablos habrán obtenido su número de móvil. El diligente guardia explica que la carrera de marras supone una concentración de gente y vehículos en pleno monte, lo que conlleva el riesgo de que se produzcan incendios (a pesar de que los días en cuestión llovía a mares), y patatín y patatán. El susodicho organizador que jamás había oído hablar del Seprona se da ya por enterado cuando hace la pregunta del millón: "Y si se disputa sin permiso, ¿qué puede pasar?". Que le cae una multita de entre 3.000 y 60.000 euros, caballero. Pues nada, se pide el permiso, se cumple con la burrocracia y todos tan contentos, piensa el organizador. Pero no, amigo, que la Administración es un poco lenta y la tramitación cuesta lo suyo. Así que las fiestas del barrio se quedan sin prueba, la Guardia Civil sigue tan diligente (el día de la carrera apareció por el lugar a la hora de la salida) y los atletas, en chándal. Por cierto, habrá carrera. El 16 de septiembre, con la venia de la Guardia Sivil.

domingo, 27 de agosto de 2006

Zermatt

"La cama, ¿con dosel o con vistas al Cervino?". Antes de poner los dos pies en Zermatt, si el visitante se quiere dar el gustazo y el capricho, que los precios son astronómicos de alojarse en uno de los 116 hoteles y pensiones de esta localidad suiza debe responder a la pregunta que le plantea la recepcionista. A alguien acostumbrado a dormir en la cama más común del mundo, lo del dosel le suena a aposentos de reinas y príncipes. Lo del Cervino resulta más comprensible. Todo Zermatt pivota en torno al Cervino, el Txindoki suizo, el monte que cualquier niño dibujaría: dos trazos y una punta. Desde sus afilados e imponentes 4.478 metros, el Matterhorn (en su versión alemana) ejerce de vigía de un valle que es una delicia para la vista. Zermatt es el paraíso para los amantes del montañismo y el esquí, y para quienes disfrutan de la naturaleza en su estado más puro. Pese a que el pueblo, de apenas 5.500 habitantes, se encuentre atestado de restaurantes, comercios y hoteles la mitad de los edificios se destina a alojamientos, la estancia, que no visita, resulta más que recomendable. Zermatt llama la atención incluso antes de llegar. Primero, porque sólo se puede acceder en tren el paso de vehículos a motor está prohibido desde la estación de ferrocarril del vecino municipio de Täsch. Una vez en sus calles, sólo circulan coches y autobuses eléctricos y, metidos en invierno, se suman los trineos. Si llega a la estación de tren y se aloja en un hotel, lo primero que debe hacer es presionar el botón del establecimiento que aparece en un gran panel. A los pocos minutos, personal del hotel le transportará en un vehículo eléctrico a su habitación... con dosel o con vistas al Cervino. Una vez instalado, Zermatt ofrece un abanico impresionante de actividades, siempre bajo la mirada del Cervino, que se ve desde todas las esquinas. La ascensión al Horn, como es conocido entre los lugareños, está reservada a alpinistas con experiencia en la alta montaña. El turista corriente y moliente dispone de una amplísima oferta para disfrutar y oxigenar sus pulmones. La subida en tren de cremallera al Gornergrat permite comprobar que los suizos son capaces de llevarte en ferrocarril hasta el fin del mundo y, una vez arriba, te coloca frente al monte Rosa y una alucinante sucesión de montañas que superan los 4.000 metros. Si va bien de piernas, no está de más bajar del vagón en una de las cinco estaciones intermedias y descender hasta Zermatt a pie. Se hinchará de fotografiar al fotogénico Cervino. Más impresionante resulta aún el mirador del Pequeño Cervino, el más alto de Europa (3.883 metros), donde es posible esquiar en pleno julio, tomarse un vino en un bar-restaurante de hielo y observar al mismo tiempo Suiza, Italia y Francia concentradas en el corazón de los Alpes. Como a muchos rincones de este valle, se accede previo desembolso de un buen montón de francos suizos a través de uno de los innumerables teleféricos que sobrevuelan un paisaje plagado de senderos, lagos, bosques y mil pequeños bocados de naturaleza.

* Texto publicado en la contraportada de NOTICIAS DE GIPUZKOA

miércoles, 23 de agosto de 2006

Ese Camacho

De los tiempos no tan lejanos en los que mi socia y yo carecíamos de mando a distancia, guardo la buena costumbre de no zapear en mitad de una película o un programa de televisión y veo la casi siempre larguísima tanda de anuncios. Luego resulta que comentas tal o cual mensaje publicitario con un familiar o un amigo, y no sabe/no contesta. O sea, zapea porque tiene mando. De todo el personal que aparece vendiendo productos en la caja tonta, hay uno que me llama especialmente la atención: José Antonio Camacho, el ex seleccionador español de fútbol, que lo mismo te cuenta las bondades de comprar un apartamento en la costa de Murcia, que te aconseja fichar un "imparable" Citroën. Curioso tipo este macho Camacho, rudo como él solo, que se ha convertido en un icono de la publicidad. Porque convendrán conmigo que entre el sex appeal de Camacho y el de la moza alemana que le precedió en los anuncios de Citroën, nos quedamos con el ardoroso y sudoroso cincuentón de Cieza. Dónde va a parar. Camacho, que no se suele andar con zarandajas a la hora de decir las cosas, tiene una larga carrera en la televisión. Y si no, al tiempo. En una reciente entrevista en Interviú declaró que tiene sobre la mesa una oferta de la cadena autonómica de Murcia para ¡presentar! un programa de deportes. No me lo pierdo. Este hombre es capaz de despedir a los invitados en pleno directo. Así que nada, que no se extrañen si de aquí a unos años vemos en ETB a Javier Clemente anunciando unos maravillosos apartamentos en Marina Bakio o presentando El Derby.