Hace ya un porrón de años, los Potato hicieron célebre un lema (Euskadi, independencia y tropical) que ahora vuelve a ponerse de actualidad. Y no por lo de Euskadi e independencia, que siempre están de actualidad, sino por lo de tropical. Dicen las gentes de la Fundación Azti-Tecnalia, que bucean lo suyo en los fondos marinos, que hay especies exóticas procedentes de aguas tropicales que están haciendo parada y fonda en el litoral vasco. Vamos, que están a gustito en el Cantábrico. Salen los arrantzales a por anchoa (es un decir) y regresan con algún pececillo, tipo Nemo o Dori, en sus artes. Los peces de colores, junto al húmedo y asfixiante calor de los últimos días y esa moda de beber caipirinha, nos dibujan una Euskadi tropical a más no poder. Los bilbaínos, subidos a la ola de la marcha salsera, crearon un Festival Tropikal que feneció hace un par de años, pero tienen su propia radio que en un pis pas te transporta al Caribe. En la Donostia de Elorza, que no tiene pinta de mover las caderas a ritmo de salsa (aunque vete a saber), lo tropical se reduce a los días de Carnaval. Siempre hay alguien dispuesto a ponerse plumas y salir a la calle ligero de ropa. Pero cuando más se hace patente la Euskadi tropical es en junio, julio y demás. El pegajoso calor siempre es más insoportable que el verano anterior, y que el anterior, y que el anterior. Y ahí está siempre el periodista con el dato preciso de que este día o aquel mes ha sido el más caluroso de la década, del milenio o de los últimos 37 años. Pues es. Pues vale. Que la Euskadi tropical ha existido, existe y existirá por los siglos de los siglos.
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