Si un epidemiólogo es un médico de cabecera con un cursillo, deduzco que un juez es un abogado con un cursillo, un arquitecto es un delineante con dos cursillos (una carrera muy dura, la de Arquitectura, digo); y un periodista es un juntaletras con un cursillo de fin de semana. Las analogías del juez Luis Garrido dan para un máster de los de Cristina Cifuentes. Cuando se desató la pandemia, los periodistas fuimos declarados gentes importantes. Nos consideraron trabajadores esenciales, que suena a algo así como que no se puede vivir sin nosotros. El Gobierno de Sánchez publicó un largo listado de profesiones y profesionales cuya actividad era primordial para que no se paralizara el país durante el estado de alarma. Un año después, somos los últimos de la fila en el proceso de vacunación. De nosotros no se va a acordar ni el Tato. Tenemos muy mala prensa. Y ya que no figuramos en los planes de vacunación (cuarto poder nos llaman, te ríes), al menos que recuerden que quiosqueros, repartidores de prensa, carteros, bancarios (que no banqueros), trabajadores de depuradoras y abastecimiento de agua, los empleados que cada noche recogen nuestras basuras, los barrenderos y el sector primario estuvieron todos los días al pie del cañón. Eran tan esenciales entonces como ahora, pero no figuran en la agenda de vacunación.
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