Hay una receta infalible para que una comida o una cena de tantas que llegan a partir de la próxima semana no acabe en trifulca: hablen de sexo. En las tertulias de sobremesa de mi familia política (¿se sigue llamando así?) solo hablamos de dos temas: ciclismo y sexo;tanto monta, monta tanto. El otro día le dimos al sexo, hablando, digo. Y salió a la palestra el aparato de moda: succionador de clítoris se llama. Hagan una búsqueda en Google y salen 1,6 millones de resultados. Una revolución sexual, a decir de muchas de las que lo han probado. Fue el regalo estrella del Black Fridayy el Cyber Monday, y lo será en navidades y lo que se tercie. Un artilugio de esos que te hacen alcanzar el séptimo cielo, a decir de los testimonios. Llúcia Ramis, periodista de La Vanguardia, contaba hace unos días su experiencia con el Satisfyer, que, creo, es el modelo más común en el mercado: “Si estás tensa o estresada, sacas el succionador, te lo acercas a los genitales, y en un par de minutos, puedes seguir con lo tuyo (...). Es más bien un relajante, una alegría exprés”. Otra relataba que, en una de esas, llegó a tal éxtasis que el dichoso aparato voló por los aires. Si es que alguna vez lo fuimos, hemos dejado de ser imprescindibles.
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