Escribir con un seudónimo es más viejo que la pana. En solo cinco segundos puedes bucear en Internet y encontrar una web que te ofrece ocho consejos sobre cómo crear un nombre que sustituya al original. Si no te quieres devanar los sesos, hay una web inglesa en la que pones cuatro indicaciones y de manera automática te genera un seudónimo. Ayer probé y me salió este, que no sé si es muy comercial para vender libros: Godofredo Curro Capilla. Desde luego, es más original que Carmen Mola. Que Carmen (he recurrido a las bases estadísticas del INE) hay unas cuantas: 375.835 exactamente, 1.577 en Gipuzkoa sin contar las Karmeles. Y Mola me recordó al general franquista. Pero, en fin, que seudónimos hay a tutiplén, sobre todo en los medios de comunicación escritos. Me molan más los motes que los seudónimos, seguramente porque los primeros suelen ser más originales. Tú tienes tu nombre oficial y luego están los motes y sobrenombres que te van adjudicando amigos, compañeros y familiares. Por ejemplo, un servidor, oficialmente es Juanma, pero también soy conocido como Moli, Juanmi, Patas, Napar, Naparro, Naparman, Pinturas, Basajaun, Calvorotas, Cuñao, Tito, Molino, Molinete, Journalist, Castellote (por Blas Castellote, el de Periodistas) y Errotari. Ahí queda eso.
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