Dice Xabi, el cuñao, que lo de Las cuatro estaciones de Antonio Lucio Vivaldi ha pasado a mejor vida. Que en estos tiempos que corren sólo hay dos: verano e invierno. O sea, que hace mucho frío, o mucho calor. Y agrega Txarandaka, el mecánico que mejor arregla las bicis en mi pueblo, que estos bandazos que pega el tiempo (la mal llamada climatología) afectan hasta a su negocio, repleto de máquinas que acumulan kilómetros en el asfalto. "Antes los cicloturistas paraban en octubre. Este año han estado todo el mes de noviembre dale que te pego", asegura. El cambio climático parece que ha dejado de ser algo que nos sonaba lejano para convertirse en una realidad palpable. Hace quince días paseábamos en mangas de camisa y ahora hace un frío de aquí te espero. Oiga, que no hay transiciones ni nada. Que sabemos que es primavera porque la sangre se altera, y que llega el otoño porque las hojas se caen y el barrendero tiene trabajo extra. Pasamos del bañador a la bufanda casi sin enterarnos. Sólo nos damos cuenta de que el cambio climático ya ha llegado cuando agarramos un trancazo de aúpa o cuando no podemos esquiar en el puente de la Consti en Baqueira lolailo porque no hay nieve. Y no. Desde hace años vienen advirtiendo los que saben de esto que creo que no somos ni usted ni yo de que el calentamiento del planeta es inevitable. Que cada vez sube más el nivel del mar, se deshielan más glaciares y aumenta la temperatura media de la Tierra. Y que detrás de todos estos fenómenos está la mano del hombre, curioso individuo capaz de acabar con el planeta en el que vive.
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