martes, 19 de diciembre de 2006

Los templos del siglo XXI

Son los nuevos templos del siglo XXI y el público no acude, precisamente, a escuchar sermones. Las grandes superficies comerciales se han convertido en menos que canta un gallo en las catedrales del consumo. Te sientas cinco minutos a la entrada de cualquier banco de cualquier hiper, y no ves más que gente y más gente que entra con las manos vacías y la cartera llena, y sale con los carros llenos y la cartera vacía. Todos hemos ido alguna vez aquí hay escasísimas excepciones a un centro comercial, aunque sea para comprar los pañales de la talla 4 extra que no encuentras por ningún lado. Y lo cierto es que se parecen unos a otros como dos gotas de agua. ¿En qué se diferencian Garbera y el Max Center? ¿O El Boulevard de Vitoria y La Morea de Pamplona? En el cascarón, porque el contenido casi siempre es el mismo: un montonazo de tiendas de ropa, una ración de tascas y restaurantes, comercios de electrónica y de repuestos para el coche, y el consabido supermercado, que suele ser muy, pero que muy, grande. Hay quien entra a por un poco de aceite y unas cajas de leche, y sale con el traje de la primera comunión del niño, que es mucho más barato en enero que en mayo. Tal es la atracción que ejercen los centros comerciales, que ya hay incluso adictos. En EEUU existen los spender-menders, una especie de asociaciones de Alcohólicos Anónimos que trataban de rehabilitar a quienes se enganchan. No sé si por estos pagos se ha llegado a este extremo, aunque tampoco me extrañaría que haya clientes como el que mencionaba el psicólogo Javier Garcés, que pedía que, una vez muerto, esparcieran sus cenizas por un centro comercial.


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