Durante este largo puente-acueducto que parecía que no se iba a acabar nunca, al consejero de Sanidad, Gabriel María Inclán, seguro que le han chirriado los oídos hasta enrojecer sus orejas. No sé, digo yo que alguna de las 70.000 personas que se han presentado a la macro OPE de Osakidetza se habrá acordado durante los exámenes del mandamás de la Sanidad vasca. Y no sólo porque a alguien se le ocurrió montar la madre de todos los exámenes entre la Constitución y la Inmaculada. Al aspirante de turno le habrá venido a la mente el nombre de Inclán por las preguntas, por las preguntitas que había en los cuestionarios. Eran tan rebuscadas que hubo una enfermera que al salir del BEC soltó aquello de: "Sólo les ha faltado preguntarnos por la temperatura a la que le gusta tomar el café con leche al consejero". Nada, te tiras días y días empapándote de leyes y normas, de estatutos y códigos deontológicos, crees que la experiencia es un grado, y resulta que te preguntan sobre las diferencias entre la vacunación infantil en Euskadi y el Estado. Chúpate ésa. Y a todo esto. Si la Sanidad pública es, además de un derecho, un servicio indispensable, ¿por qué abundan entre el personal sanitario los trabajadores eventuales? ¿Por qué hay celadores, enfermeras, administrativos, auxiliares o técnicos que llevan cinco, diez o quince años empleados de manera interina? ¿No sería más lógico que tuvieran contratos indefinidos? ¿No conseguiríamos así erradicar la desmotivación que hay entre algunos trabajadores hartos de soportar una cargas de trabajo excesivas?
No hay comentarios:
Publicar un comentario