jueves, 18 de agosto de 2016

El canal que nunca llegó

Desde los JJOO de Barcelona’92, con excepción de Atenas’2004, el piragüismo en aguas bravas de Gipuzkoa siempre ha tenido al menos un representante en la competición que más luce en el palmarés y que más trascendencia suscita entre los no iniciados en uno de esos mal llamados deportes minoritarios. Si no hubo representantes antes fue porque la modalidad se recuperó como disciplina olímpica en 1992 tras una única incursión en Múnich’72. El histórico oro de Maialen Chourraut no es flor de un día sino que responde a una larga y ardua labor de clubes como el Atlético San Sebastián o Santiagotarrak. Hay cantera, pero esos buenos mimbres no trabajan precisamente en las condiciones ideales, como apuntó de refilón la campeona olímpica el martes. Si alardeamos de nuestra cultura deportiva, de que fomentamos el multideporte y de que cuidamos con mimo disciplinas que pasan desapercibidas en otros lares, deberíamos plantearnos si no es hora de disponer de un canal de aguas bravas para que las promesas se formen como es debido. Pau (dos horas en coche) y La Seo d’Urgel (a 400 kilómetros de Donostia) son hoy las únicas alternativas, al margen del canal (por llamarlo de alguna forma) que existe en el Bidasoa, en el paraje de San Miguel. Hoy más que nunca se echa de menos aquel proyecto de Oxinbiril, en Irun, el canal que nunca llegó.

No hay comentarios:

Publicar un comentario