Muchos años antes de que existiera el crowdfunding, un buen número de iniciativas culturales, sociales y deportivas de este país se sustentaban con el respaldo económico de gentes como Juan Celaya. Había, y sigue habiendo, empresarios que desde el anonimato no solo arriesgaban su dinero para levantar industrias y crear empleo, sino que aprovechaban parte de los beneficios para aportar su granito de arena y apoyar proyectos de toda índole ligados a la tierra que les vio nacer. Sin pedir nada a cambio. A veces incluso con la solicitud expresa de no exponerse en público y hacer frente a ruedas de prensa. Pura generosidad. La crisis se ha llevado por delante también a algunos de estos mecenas que han hecho del altruismo una seña de identidad. Dar sin esperar a recibir nada como contrapartida, ofrecer lo mejor de uno mismo para que quienes te rodean se enriquezcan cultural, deportiva o socialmente. En el caso de Celaya, bien podía ser apoyar una expedición al Everest o la creación de una ikastola en tiempos en los que no era fácil respaldar al euskera. En este siglo XXI en el que los mecenas multimillonarios, podridos de euros, dólares o petrodólares, creen que el dinero lo puede comprar todo y que vanidad es sinónimo de filantropía, echaremos de menos a gentes como Juan Celaya.
No hay comentarios:
Publicar un comentario