miércoles, 5 de mayo de 2010

Ni una uña del dedo

"Por principios, esa cumbre no se merece ni una de nuestras uñas (...). Creo que el trabajo que hemos realizado ha sido bueno. Duele un poco volver a casa sin cumbre pero, allí arriba, debes decidir en pocos segundos. Se trata de decir: Hi, mutil, arre edo ixo (seguimos o volvemos)". En pleno mes de enero de 1998, Félix y Alberto Iñurrategi trataron en vano de escalar el Manaslu, que con 8.163 metros era y sigue siendo la octava montaña más alta del mundo. Era su tercer intento. Casi siempre elegían una vía poco frecuentada o se exigían un plus. En este caso, se trataba de ser los primeros vascos en completar una ascensión invernal a un ochomil. No lo consiguieron. Aplicaron la máxima de que una retirada a tiempo es una victoria, regresaron al campo base e hicieron el petate junto a Josu Bereziartua, el tercer miembro de la expedición. En las declaraciones a Euskadi Irratia que se reproducen al comienzo de esta Mesa de Redacción, Félix Iñurrategi describía de manera tan gráfica los porqués de la renuncia a seguir con la ascensión, pese a que se encontraban a 7.600 metros de altura, que lo guardé en el disco duro que cada uno tenemos en el cerebro. Una retirada a tiempo, siempre es una victoria. En el Manaslu, en el Annapurna, en el Aneto y en el Txindoki. Ninguna montaña merece una vida y ningún montañero desea morir a 7.000 metros. Viendo la imagen de Juanito Oiarzabal ayer, recién ingresado en un hospital de Zaragoza (la tienen en la página 47 de este periódico), uno se pregunta si su última cumbre merece la uña de uno de sus ya castigados pies.

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