Durante su etapa al frente de Vaya Semanita, Oscar Terol y su chavalería pusieron de moda una serie de leyendas urbanas que flotaban en el ambiente desde tiempo inmemorial, y que luego se recogieron en el libro Todos nacemos vascos. ¿Por qué todo Cristo tiene una tía monja? ¿Por qué se procrea (no era ésta la palabra, pero es que a estas horas los niños leen periódicos) tan poco? ¿Por qué todo lo hacemos en un ti ta? ¿Por qué cuesta tanto ligar como ganar una Liga? Vaya desde este txoko una pequeña aportación con una cuestión que no recogían las gentes de Vaya Semanita. ¿Por qué por estas tierras gustan tanto los mariachis y su cancionero popular? Si hay alguna razón antropológica, que me la expliquen. Mientras tanto, ofrezco datos tangibles. Todo hijo de vecino se sabe la letra de una, dos o veinte rancheras. Te pones a cantar, o simplemente a silbar, Cielito lindo, El Rey o Camino de Guajanato, y tienes a toda la redacción canturreando por detrás. Más datos. Observemos las guanteras de los coches. Son legión los vascos que tienen un casete (sí, un casete, no un CD) de rancheras, y no hace falta casi ni comentar que se ha puesto de moda contratar en fiestas a un grupo de mariachis para que alegren el poteo callejero. Los puedes ver en vivo y en directo, aunque haya veces que parezca que el del guitarrón tiene bigote postizo y te suena haberlo visto de paisano por Aizarnazabal. Y si no te gustan los clásicos, siempre nos quedará Kojón Prieto y los Huajalotes, que no eran mexicanos de México, pero como si lo fuesen. Así que, compadres, agárrense los machos
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