No fueron ni el cateto ni la hipotenusa, pero tampoco se les echó en falta. El Oinez se convirtió un año más en una marea humana de solidaridad y compromiso con el euskera para desgracia de Sanz y compañía, que se muestran ciegos y sordos ante una realidad imparable. Hoy es la universidad bilingüe y ayer la universidad pública. Mayores torres han caído. Por encima de los políticos que niegan la evidencia, Bera vivió una fiesta... sostenible. Porque sostenible es que más de 100.000 personas paseen por un circuito de siete kilómetros, y en las campas en las que se desarrollaban mil y una actividades no haya casi ni rastro de vasos de plástico aplastados contra la hierba. Se impone la moda de los vasos sostenibles, que ya tuvieron éxito en el último Kilometroak. Uno compra o alquila un vaso de plástico duro lo hay también para katxis y se va de ronda de txosna en txosna. Como el asunto se imponga por decreto pongamos que la UE aprueba una de sus famosas directivas, habrá que salir a potear con el dinero y el vasito de plástico en el bolsillo. Aunque vete tú a decirle al clásico tipo que bebe el cubata de Barceló con dos hielos y rodajita de limón, que se lo tiene que beber en un vaso de plástico de color azul. Y que lo del vaso de cristal pasó a la historia. Porque lo del vaso sostenible está muy bien, pero cuando ya te has tomado cinco choperas, el pringue de cerveza, kalimotxo o refresco que no todo es para tomar alcohol te llega casi hasta la muñeca. Así que toca construir fuentecitas para limpiar el recipiente y llegar a la sostenibilidad total.
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