Dicen por ahí que correr es de cobardes. Será de cobardes y lo que tú quieras, pero lo cierto es que cuando participas en una carrera y el espectador de turno te ve hecho una piltrafa, te grita con cristiana compasión: "¡Aúpa, valiente!". Dicen también que correr es aburrido. Vamos, que no tiene la emoción de jugar un partidito con los amiguetes o echar unos tiritos a la canasta. Dicen también que correr cansa tanto que no tiene que ser bueno para la salud. Y dicen también que, a veces, esas barrigas galopantes o esos atletas populares que corren con los pies pegados al suelo hacen daño a la vista. Pues vaya desde aquí un saludo animoso para todos aquellos atletas y proyectos de atletas que desde hace varias semanas pueblan las aceras y consumen horas y horas de entrenamientos para completar los 20.000 metros que separan Behobia del Boulevard de Donostia. Ganarán en salud física... y mental. Porque también dicen, y no hace falta recurrir a los expertos, que el atletismo, como cualquier otro deporte, sanea la mente. Lo comentaba hace una semana en estas mismas páginas una azpeitiarra que, junto a una quincena de amigos, acababa de completar el maratón de Amsterdam: "En lugar de ir al psicólogo, para liberar la tensión del día a día hacemos deporte". Inteligente reflexión. Te pasas el día de casa al trabajo y del trabajo a casa, malcomiendo y con cara de perro. Así que nada mejor para aliviar los malos rollos que sudando la camiseta a golpe de kilómetros a pie. Y si encima hay gente que desde la acera te grita "valiente", pues hasta acabas cansado, pero contento.
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