Tomo prestado el título de este comentario de una reflexión que el doctor José Manuel González Aramendi realizaba en las páginas de este periódico hace una semana, en un interesante artículo en el que ofrecía a los lectores su octavo y último consejo médico antes de la disputa de la Behobia-San Sebastián. Advertía González Aramendi de que hoy en el deporte ya sea en una carrera a pie, en una marcha cicloturista o en un campeonato de futbito interbares priman los resultados sobre el disfrute de la competición. Y no le faltaba razón. La Behobia, por ejemplo, se ha convertido en la quintaesencia de la marca. Alcanzas la meta del Boulevard y la noticia no es si te ha costado llegar o si has disfrutado por el impresionante apoyo del público. No. La pregunta, la dichosa pregunta, es: "¿Qué tiempo?". Interesa conocer cuántas horas, minutos y segundos (las centésimas no se facilitan) has empleado en recorrer 20 durísimos kilómetros. Entre un buen montón de participantes y, por qué no, también entre espectadores y acompañantes, la marca parece que prevalece sobre los muchos atractivos que tiene una carrera única. Tanto corres, tantos vales. Conceptos como el disfrute, la satisfacción por haber completado con éxito tu plan de varios meses de entrenamiento o el simple hecho de la sana competición junto a miles de deportistas quedan en un segundo plano. Da la impresión de que hemos trasladado a la Behobia la competitividad que impera en nuestros quehaceres diarios. Competimos en el trabajo y competimos también en nuestro tiempo de ocio. La fijación por completar la prueba en el registro que se ha previsto puede llegar a convertirse en una obsesión, cuando no en un elemento de autopresión. Hay quien considera un fracaso no haber unido Behobia y Donostia en el tiempo que tenía estipulado. Nada más lejos de la realidad. La marca que cada uno logra en la Behobia no es más que un simple y frío dato. Nos permite tener una referencia, pero en ningún caso debería servir como termómetro para medir si hemos disfrutado o no en la carrera. Es lógico que en cada uno anide un afán de superación y que se trate de mejorar el registro del año anterior. Pero, por encima de todo, está disfrutar, que cada participante viva su propia historia, como dice el eslogan del maratón de Nueva York. Dicen algunos behobieros que la carrera está perdiendo algo de su romanticismo. Comentan algunos espectadores que cada vez corre menos gente disfrazada y que abundan quienes miran y miran al cronómetro. Puede ser. Puede que la competitividad nos haya atrapado a todos y que hayamos convertido al reloj en un enemigo más temible que los altos de Gaintxurizketa y Miracruz. Sea o no sea así, el año que viene volveremos a la salida de Behobia.
Puede que la competitividad nos haya atrapado a todos y hayamos convertido al reloj en un enemigo.
* Texto publicado en la sección de Deportes de NOTICIAS DE GIPUZKOA tras correr la Behobia-San Sebastián de 2006
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