viernes, 10 de noviembre de 2006

La tribu de la Behobia

Que la Behobia es la carrera más popular de Euskadi no lo dudan ni los del centro de Bilbao. Desde que en 1979 el Club Deportivo Fortuna recuperó esta competición , nacida en 1919, ha crecido de manera imparable hasta convertirse en un acontecimiento deportivo de primer orden. Atletas, público y organizadores han hecho que cada segundo domingo de noviembre unir Behobia y Donostia zancada a zancada se convierta en una fiesta. He aquí la descripción de una docena de personajes para comprender por qué carrera ha alcanzado una fama mundial. 

l. El debutante.
En una prueba con tal cantidad de participantes, lógicamente siempre hay alguien que debuta. Más que alguien, habría que decir cientos de atletas. No es fácil distinguir al debutante, salvo que lo veas por los aledaños de Behobia tratando infructuosamente de colocarse el chip cronometrador, o con cara de despistado buscando la pancarta de salida. Normalmente lleva dorsal blanco, salvo que haya acreditado un registro inferior a una hora y 33 minutos (los hombres) y una hora y 43 minutos (las mujeres) en otras carreras con la misma distancia que la Behobia. Si prueba, es muy probable que repita y se convierta en un adicto más. 

2. El veteranísimo.
La Behobia es para él una cita más sagrada que la cena de los jueves en la sociedad con la cuadrilla. Como lleva tantas ediciones en sus piernas, se conoce todos los trucos. Sabe que no es conveniente salir muy fuerte porque, si no, luego se paga el esfuerzo. Recuerda dónde están los avituallamientos y dónde se coloca la parentela para saludarle. Cada año trata de mejorar el registro del anterior, y no es raro que enganche su pasión por la Behobia a otro miembro de la cuadrilla o al típico cuñado que lleva sin correr desde la época de los grises. 

3. El reivindicativo.
Desde tiempo inmemorial, la Behobia se ha convertido en un escenario propicio para las más variadas reivindicaciones. Todos los años hay quien aprovecha para protestar por el cierre de una empresa o porque le quieren poner la dichosa incineradora en la puerta de su casa. Hay atletas reivindicativos en la propia carrera, pero sobre todo abundan los espectadores que al mismo tiempo aplauden el paso de los atletas y, pancarta en mano, piden soluciones a tal o cual problema. Hay una cuadrilla que no falla ningún año. Cada uno lleva impresa en la camiseta una de las ocho letras de Amnistía y corren ocupando el ancho de la carretera.

4. El francés.
Se le reconoce a la legua. No hace falta siquiera que abra la boca. Viste colores muy vivos y llamativos y hace gala de buen humor. Una gran mayoría procede de Burdeos y su región, donde la carrera recibe el sobrenombre de la pequeña maratón de Nueva York. El francés disfruta como un niño, acude bien preparado y luego se pega la zampada padre en un restaurante de Donostia, con cánticos incluidos. 

5. El favorito.
Es un tipo que corre la Behobia tan rápido que no se le ve ni durante el calentamiento. Se distingue del resto porque lleva el dorsal de color rojo y porque pesa 540 kilos menos que tú. Suele estar afilado como un cuchillo. Sufrir, sufre como el resto porque, lo quiera o no, tiene que completar los mismos 20 kilómetros. 

6. El minusválido.
Si alcanzar Donostia a pie ya exige un exigente esfuerzo, hacerlo con alguna minusvalía requiere un gasto de energía descomunal. Los atletas invidentes, los discapacitados que corren a pie o los que utilizan la silla de ruedas arrancan los aplausos más sentidos de la carrera. Quienes se mueven en silla sufren lo indecible en el montón de cuestas que jalonan el trazado y se lanzan a tumba abierta en los descensos. Salen media hora antes que el resto y es imposible que un corredor a pie bata el récord del francés Joel Jeanot (46 minutos y 42 segundos, del año 2003). 
  
7. El famoso.
Todos los años disputan la prueba caras conocidas. Hay clásicos como Serafín Zubiri, y en los últimos años Abraham Olano este año no corre, pero durante años también participaron y participan Ibarretxe antes de ser proclamado lehendakari, Pedro Miguel Etxenike, Urío Velázquez, Iñaki Perurena, Miguel Fuentes, Andoni Egaña y los presentadores de televisión Estitxu Fernández, Andoni Aizpuru y Josu Loroño

8. El abuelo.
El personaje más entranable. Por él no pasan ni los años ni los kilos. Muchos sorprenden por su envidiable condición física. Las apariencias engañan. Son capaces de sostener un notable ritmo de carrera durante 20 largos kilómetros. Las estadísticas hablan. En la edición de 2004 compitieron 1.624 atletas mayores de 50 años. El 92% de los hombres alcanzó la meta, y el 96% de las mujeres también recibió el aplauso del público en las calles de Donostia.

9. El disfrazado.
Habitualmente debajo de todo disfraz se esconde un ciudadano francés. Son los más marchosos y animosos. Abundan los payasos, con globos incluidos, y nunca faltan ni el preso, con la bola pegada a los pies, ni la pareja de novios (él de traje y ella de blanco). En los últimos años ha decrecido el número de disfrazados, aunque se ha dejado ver algún Bin Laden y algún otro disfrazado de planta de marihuana con un canuto espectacular. 

10. El que corre de espaldas. 
Ver para creer. Hay un tipo que corre la carrera de espaldas, o sea, mirando en dirección a Behobia. Cuando lo ves, te parece que está mirando en lontanaza para comprobar si viene un compañero que se ha rezagado. Pero lo cierto es que si estás un rato a su lado, compruebas que corre como los cangrejos. Hacia atrás, con todo el pelotón de frente... Sin retrovisor y sin caerse. 

11. El de la cuadrilla.
Se trata, generalmente, de un atleta guipuzcoano que arrastra hasta las cunetas a toda su cuadrilla para que le vitoree a su paso. Si es una cuadrilla de las de fundamento, es posible que le preparen una pancarta con su nombre y un "Eutsi fulano" o un "Aupa mengano". Como toda cuadrilla que se precie, la Behobia no acaba en el Boulevard sino en una comida posterior en un restaurante de Donosti y, por qué no, en una cena unos días después en la sociedad del pueblo. Tratándose de una cuadrilla, lo lógico es que corra más de uno, por lo que entonces es impepinable el cruce de apuestas. "Que si te pago una cena si me sacas diez minutos", o "Si no bates el tiempo del año pasado, te pago un año de cervezas". 

12. El público.
Es el otro protagonista. Desde la salida a la meta no hay ni un solo metro sin espectadores. El público ha aportado buena parte de la cuota que ha convertido a la carrera en una fiesta y un éxito. Ningún corredor se queda sin su dosis de ánimo, sobre todo en los dos últimos kilómetros, que suelen estar atestados de gente. Aquí también hay clásicos y veteranos, es decir, espectadores que todos los años ven la carrera y animan al pelotón desde el mismo lugar.



* Texto publicado en la sección de Deportes de NOTICIAS DE GIPUZKOA días antes de disputar la Behobia-San Sebastián.

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