Casi lamitad de los guipuzcoanos no aprobó el año pasado el examen práctico de conducir. Una prueba difícil, por no decir otra palabra, donde las haya. Uno ha superado a lo largo de su vida un porrón de exámenes. Y el de conducir es el típico examen del que te acuerdas toda tu puñetera vida. Fueron 20minutos de horror, con la examinadora en el cogote y las piernas y las manos como flanes. La primera vez debí de acabar con la paciencia de la profa en cuestión –decía que no hacía caso a sus indicaciones–porque no duré en el coche de la autoescuela ni cinco minutos. En la segunda oportunidad aparqué el vehículo como un campeón yme quité un peso de encima como no recordaba antes.Aquí al lado, la amiga Ainara anda ahora a vueltas con los exámenes. Y compruebo que pasan los años pero nada ha cambiado, salvo el precio del salvoconducto (cuesta unas 300.000 pelas) para poder circular por la jungla de las carreteras. O sea. El examen de conducir sigue durando 20 minutos, aunque ahora empiezas la prueba desde el aparcamiento de una sala de fiestas (antes era desde el antiguo Xanti de Anoeta); el examinador continúa arrastrando mala fama y las autoescuelas siguen sin enseñar a los futuros conductores algo tan básico como saber cambiar una rueda o poner las cadenas. Lo primordial es aprender a aparcar el utilitario, aunque luego compruebes que, o bien llegas a una ciudad y no hay dios que encuentra una plaza libre, o ves cómo tu coche está lleno de rasponazos causados por el vehículo que ha estacionado a su lado.
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