Hace tiempo que circular por la N-121 se ha convertido en un hábito de alto riesgo. Todos los usuarios habituales de esta carretera conocen a algún familiar, amigo o conocido que se ha dejado la vida en la cuneta de una calzada impropia de los tiempos que corren. El tramo entre Irun y Ventas de Igantzi soporta un tráfico insufrible y está plagado de peligros con forma de curvas que no aguantan el paso de dos camiones, baches que no se arreglan en semanas, coches y camiones que no respeten las normas y hasta conductores kamikazes. La incompetencia y la absoluta falta de previsión de los responsables de Carreteras de Gipuzkoa y Navarra en anteriores legislaturas los actuales al menos han agilizado la reforma de este vial ha convertido la N-121 en un peligro constante. Resulta incomprensible que cientos de camiones en sus idas y venidas del sur al norte de Europa y viceversa circulen por la N-121 en lugar de hacerlo por la autovía de Leitzaran. ¿Será quizás porque de este modo evitan abonar el peaje de Irun? ¿O porque gastan menos los frenos, que sufren en las bajadas entre Irurtzun y Andoain? ¿O será porque ningún responsable de Carreteras previó que con la apertura de los túneles de Belate se iba a registrar un espectacular incremento del tráfico pesado? Preguntas al aire para que respondan quienes fueron incapaces de arreglar a tiempo una carretera vital en las relaciones entre Gipuzkoa y Navarra, en un comarca que carece de transporte público no hay tren desde 1956 y las líneas de autobús son testimoniales. Se supone que dentro de unos meses se iniciará la reforma del tramo entre Ventas de Igantzi e Irun, un proyecto que prevé convertir la actual carretera en un vía de tres carriles. Un proyecto corto de miras ¿por qué no dos carriles en cada sentido que para muchos como Oihana llega tarde, demasiado tarde.
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