El próximo domingo se para el mundo, y no precisamente porque se celebren las elecciones municipales y forales, o porque se dispute un Madrid-Barça. El próximo domingo es el partido, con minúscula (del Partido con mayúscula y de esta tediosa campaña ya suele hablar Basilio Lakort unas páginas más adelante). Para los no iniciados, el partido se juega en El Sadar. Y digo bien El Sadar porque, se ponga como se ponga la Consejería de Turismo de Navarra, el campo de Osasuna se llama El Sadar, como el del Betis es el Benito Villamarín y no el Ruiz de Lopera, el del Rayo es Vallecas y no el Teresa Rivero, Endarlaza es Endarlaza, y Pekín es Pekín (no Beijing). Y punto colorao. Qué manía ésta de llamar a las cosas con otro nombre. Prosigamos, que diría el otro. Osasuna, que está a salvo de descender a Segunda, recibe a la Real, que se juega la permanencia en Primera. Hace seis años, Anoeta acogió en la última jornada un duelo a la inversa. Osasuna se jugaba su futuro en Primera, con Lotina en el banquillo rojillo, y a la Real digamos que el partido ni le iba ni le venía. Por supuesto, Osasuna ganó aquel inenarrable partido repleto de suspicacias. El otrora presidente de Javier Miranda, cumpliendo una de tantas promesas, se bañó a medianoche en La Concha y agradeció eternamente el gesto de la Real. Aquella noche la inmensa mayoría de la afición de la Real apoyó a Osasuna. Dicen que el domingo la inmensa mayoría de la afición de Osasuna apoyará a la Real. Reza el dicho que el cliente siempre lleva razón. Fuentes, prepara el bañador para zambullirte en aguas del Arga.
No hay comentarios:
Publicar un comentario