Echas un vistazo a los periódicos del resacoso lunes postelectoral y vuelves a comprobar que los políticos son una especie única e intransferible. No digo que sea ni buena ni mala, sólo única. Se supone que, después de una jornada de elecciones, como después de un partido de fútbol, hay ganadores, perdedores y otros que ni fu ni fa. Pues no. Miras los periódicos y los informativos de las televisiones, y en todos los casos (partidos) los aspirantes salen a la tribuna de oradores para comparecer ante sus fieles con una sonrisa de oreja a oreja. Da igual que se hayan dejado 30.000 votos en el camino o que hayan perdido 28 concejales de una tacada. Lo importante es la pose y poner una sonrisa profiden, tirando a falsilla. Todo el mundo es bueno, todo el mundo triunfa. Aunque haya quienes tengan motivos para la celebración, el domingo todos los partidos perdieron un poquito. Al menos en Gipuzkoa. Cuatro de cada diez potenciales votantes no acudieron a la cita con las urnas, y eso que el día, precisamente, no acompañaba para tostarse al sol y pasar olímpicamente de las papeletas. Esta vez no vale la socorrida excusa de que hacía un "día de playa" y el elector de turno no estaba por la labor de votar. Así que quizás la dichosa jornada de reflexión, en lugar del sábado, se trasladó al lunes. Casi sin tiempo para recuperarnos de esta simplona campaña electoral, llega otra, la futbolera. La Real convocó ayer unas elecciones raras raras (pasen a la sección de Deportes). Y aquí sí que no valen las sonrisas porque este club es un mar de lágrimas.
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