Un amigo, de esos que ves poco pero que cuando te lo encuentras te pasas ocho horas seguidas hablando, trabaja de padre. La mayoría ejercemos de padre. O sea, estamos con nuestros hijos cuando el tiempo nos lo permite. Él no, él trabaja. Y, además, cobra. 600 euros al mes. Su mujer trabaja en una empresa, y él digamos que es un amo de casa, si se me permite la expresión. Se ha tomado una excedencia de un año para cuidar a sus tres hijos, uno de ellos de 8 meses, y, cuando se le acabe, tiene la posibilidad de prorrogarla durante un año más. Antes trabajaba en un restaurante, ahora trabaja en casa y su jornada es agotadora. Escúchenle: "Me levanto y desayuno. Luego levanto a mis tres hijos y les doy el desayuno. Llevo a las dos mayores a la ikastola y me quedo con el pequeño. Regreso a casa y hago las típicas labores (limpiar, fregar, planchar...). Preparo la comida, le doy de comer al pequeño y vuelvo a fregar. Por la tarde voy a por las dos niñas, les doy de merendar a los tres, volvemos a casa, les baño, preparo la cena, les doy de cenar y les acuesto". Reserva una hora a la semana para ir a jugar a pala y dice que hay días que compra el periódico y no le da tiempo ni de leerlo. Paradojas de la vida, cuando cuenta que se ha tomado una excedencia para cuidar a sus hijos, mucha gente la mayoría hombres, supongo que muchas mujeres saben de qué habla le miran extrañados, como si lo suyo fuera un chollo. Un último y pequeño detalle: el amigo en cuestión vive en Sara. A efectos legales es francés. Pero ésa es otra historia. Al otro lado del Bidasoa nos llevan traineras de ventaja en conciliar la vida laboral y familiar.
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