En una esquina de esta redacción, en un lugar que hace las veces de cajón de sastre, hay una pizarra que en su día se utilizó como atrezzo para una foto artística, es decir, para una fotografía en la que el entrevistado escribía un lema electoral. De cuando en cuando, una mano inocente escribe mensajes en la pizarra. Algunos se pueden contar y otros quedan para los secretos del personal de esta casa. Hace unos días, una de esas manos inocentes escribió un significativo "¡Aupa Jamiltón!". Si el que escribió la expresión está hasta el gorro de la Fórmula 1, de Alonso, del tal Hamilton, de Ron Dennis, de Ecclestone y de todo el gran circo, que se prepare esta semana porque el próximo domingo, a media tarde, se para el mundo. Gentes que hace tres o cuatro años sabían como poco que la Fórmula 1 era un deporte que se corre en circuitos y con vehículos a motor, no despegarán la vista de la tele amiga, el calvo y toda su troupe de parlanchines. La Fórmula 1 ha pasado de ser un deporte de tercera a convertirse en materia de debate. En las barras de bar escuchas sesudas discusiones sobre si uno de los neumáticos delanteros del coche de Alonso tenía la presión adecuada o si el safety car debía haber salido a la pista después de tal o cual accidente. A uno, como aficionado a todo deporte (de chaval veía en Estadio 2 hasta los torneos de billar), le llama la atención tanta pasión por la Fórmula 1. A otros, la tabarra les resulta insoportable. Tengo un amigo que dice que la Fórmula 1 no es deporte. Eso sí, el muy pillo no se pierde los minutos anteriores a las salidas, cuando salen unas chicas despampanantes para sostener sombrillas.
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