Haile Gebrselassie (qué difícil es escribir y pronunciar este apellido) batió el domingo en Berlín el récord del mundo de maratón. Más allá de la noticia queda la hazaña. Este tipo menudito (64 kilos en un cuerpo de 165 centímetros), de sonrisa angelical, que tiene cara de anciano pese a que sólo cuenta con 34 años, recorrió los 42 kilómetros y 195 metros en un increíble tiempo de 2 horas, cuatro minutos y 26 segundos. Impresionante, que diría el torero de las bragas. Para hacernos una idea de la gesta bastan dos datos: corrió cada kilómetro a una media de 2 minutos y 57 segundos, es decir un promedio horario superior a los 20 kilómetros por hora. Prueben a subirse en una bicicleta e intenten recorrer 40 kilómetros en dos horas. Es complicado si no está habituado a practicar deporte. Y qué decir de cubrir un kilómetro en menos de tres minutos. Tengo amigos que entrenan horas y horas y que a duras penas completan una serie de un kilómetro por debajo de 3 minutos y 30 segundos. Pues bien. Este hombre hace 42 kilómetros a un ritmo inferior a los tres minutos. Pura genética y puro entrenamiento también porque el amigo Gebre preparó durante 100 días la cita que le llevó a cruzar con todos los honores la meta de la Puerta de Brandemburgo. Además de exhibir unas condiciones físicas asombrosas, hizo gala de una modestia impropia de algunos atletas (no hay más que ver el ego que gastan los velocistas). Diez minutos después de su éxito, recibió la llamada de su compatriota Paul Tergat (autor del anterior récord) y el bueno de Gebre le contestó con un "Hola Paul, lo siento".
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