Aesta hora en la que escribo estas líneas, usted se acaba de zampar el trocito de mazapán que le correspondía a su cuñada, está echando la siesta después de atiborrarse de cordero o conejo (con perdón), tiene treintayunas y va de mano (se le nota en la sonrisilla), acaba de empezar a ver La casa de la pradera y no sabe que la peli dura cuatro horas y media (sin contar los cortes de publicidad), está jugando con el Pressing Catch de su hijo, trata de descifrar cómo narices funciona el mp4 que le acaba de dejar Olentzero o, de puro aburrimiento, lee las noticias del sábado. O sea, amigo, usted está librando mientras aquí un servidor y unos amigos juntamos letras y páginas para que hoy lea todo lo que ha pasado en las últimas 48 horas mientras se toma un cafelito. Y digo bien librar porque esta esclava profesión (con perdón de los esclavos) nos obliga a currar 362 de los 365 días del año. Y hay días como el de Navidad que cuesta lo suyo arrancar. Sobre todo en estos últimos tiempos en los que los periodistas comprobamos con envidia cochina que cada vez son más las empresas que ofrecen a sus empleados la posibilidad de tener más tiempo libre. Porque (y aquí quería yo llegar), ¿trabaja alguien los viernes por la tarde? A veces da la impresión de que sólo lo hacemos una cuadrilla de pringaos. Puestos a sugerir ideas, propongo que los jefes de los periódicos se pongan de acuerdo y recuperemos la Hoja del lunes. Así libraríamos todos los domingos. Hacemos una portada común y el resto, deporte. Mola, ¿no?
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