Seguro que les ha ocurrido alguna vez. Durante años han escuchado en la radio a un periodista, un tertuliano o un colaborador, y un día, zas, de repente, lo ven de carne y hueso en la televisión. Resulta que el personaje que existía en su imaginario tiene cara y ojos. Y claro, cuando uno pone rostro a una voz, llegan las sorpresas. Porque tú habías dibujado al periodista de turno de una forma, y no tiene nada que ver con lo que ves. Si pensabas que tenía el pelo corto, lo tiene largo, y si creías que era delgado, pues es más bien gordito. Ese misterio que esconde la radio ya no es lo que era. Aunque las redacciones de las emisoras (y las de los periódicos) están plagadas de periodistas que dan la cara y jamás salen en la tele, hoy conocemos a casi todos los presentadores de radio, ya sean lejanos o cercanos. En el mundo de la imagen hay que mostrar el careto. Te tienen que conocer, vamos. Y tienes que poner tu careto, aunque sea contra tu voluntad. Lejos quedan los tiempos en los que escuchabas a Javier Sardá en las madrugadas de Radio Nacional y no tenías ni idea de cómo era el personaje. Lo mismo sucedía con Dani Arizala, que no aparecía ni en los reportajes de ETB sobre Euskadi Irratia, hasta que lo descubrimos en Beste gu. Ya nada es igual, aunque quedan excepciones. El próximo sábado publicaremos en las páginas de Comunicación una entrevista con un locutor que se jubila el día 25 después de 40 años de trabajo en una misma emisora. Muchos de ustedes seguro que reconocen su voz, pero no todos le saludarían por la calle por quizás no le conocen. El sábado da la cara.
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